viernes, 31 de diciembre de 2010

La última tanda.

Como ya se acaba este año, pero inicia otro, desearía entregar mi última tanda de escritos. Y como ando con Neruda, pues Neruda será.


Recibamos año nuevo, siendo nuevos, o tal vez volviendo.

Aquella Luz

Esta luz de çceylán me dio la vida,
me dio la muerte cuando yo vivía,
porque vivir adentro de un diamante
es solitaria escuela de enterrado,
es ser ave de pronto transparente,
araña que hila el cielo y se despide.

Esta luz de las islas me hizo daño,
me dejó para siempre circunspecto
como si el rayo de la miel remota
me sujetara al polvo de la tierra.

Llegué más extranjero que los pumas
y me alejé sin conocer a nadie
porque tal vez me trastornó los sesos
la luz occipital del paraíso.
(La luz que cae sobre el traje negro
y perfora la ropa y el decoro,
por eso desde entonces mi conflicto
es conservarme cada día desnudo.)

No entenderá tal vez el que no estuvo
tan lejos como yo para acercarse
ni tan perdido que ya parecía
un número nocturno de carbones.

Y entonces sólo pan y sólo luz.

Luz en el alma, luz en la cocina,
de noche luz y de mañana luz
y luz entre las sábanas del sueño.
Hasta que amamantado de este modo
por la cruel claridad de mi destino
no tengo más remedio que vivir
entre desesperado y luminoso
sintiéndome tal vez desheredado
de aquellos reinos que no fueron míos.

Las redes que temblaban en la luz
siguen saliendo clara del océano.

Toda la luz del tiempo permanece
y en su torre total el medio día.

Ahora todo me parece sombra.












Mareas

Crecí empapado en aguas naturales
como el molusco en fósforo marino:
en mí repercutía la sala rota
y mi propio esqueleto construía.
Cómo explicar, casi sin movimiento
de la respiración azul y amarga,
una a una las olas repitieron
lo que yo presentía y palpitaba
hasta que sal y zumo me formaron:
el desdén y el deseo de una ola,
el ritmo verde que en lo más oculto
levantó un edificio transparente,
aquel secreto se mantuvo y luego
sentí que yo latía como aquello:
que mi canto crecía con el agua.
Para terminar, algo a la  mente.

La luz de Sotchi

En Sotchi tanta luz se desbordó
que fuera de la copa estalla y cae:
el mar no puede contener sus rayos
y una paz de reloj cuelga del cielo
hasta que como un élitro marino
desarrolla la ola su ejercicio
en plena castidad de piedra y agua,
mientras continuo sol, continua sal
se tocan como dos dioses desnudos.

martes, 28 de diciembre de 2010

Cordilleras de Chile.

Un poema de Pablo Neruda. Amo mi territorio, así que qué más hermoso que un poema de Neruda alusivo a él. Además, es una invitación a sentir, a vivir, que la tierra es algo nuestro y poderoso. Si la sentimos, nos convertimos en ella.

Cordilleras de Chile

Debo decir que el aire
establece una red. Y nubes, nieve,
en lo más alto andino,
se detuvieron como peces puros,
inmóviles, invictos.
Estoy rodeado
por la fortaleza
del páramos más áspero:
en sus mil torres silba
el viento venidero,
y desde cordilleras desdentadas
cae el agua metálica
en un hilo veloz
como si huyera
del cielo abandonado.
Toda palabra muere y todo muere
y es de silencio y frío la materia
del muerto y del sarcófago:
a plena luz, brillando, corre el río,
lejos de la dureza
y de morir se aleja despeñado
la nieve que el dolor endurecía
y que bajó muriendo
desde la cruel altura
en que dormía:
ayer, amortajada,
hoy, amante del viento.

lunes, 27 de diciembre de 2010

El niño perdido.

Aquí va un poema del libro que estoy leyendo, sólo por animarlos a leer. Memorial de Isla Negra, de Pablo Neruda, un libro autobiográfico de muchos recuerdos de Neruda convertidos en poema. Este, dedicado a todos los que seguimos cruzando la vida, y crecemos:



El niño perdido.


Lenta infancia de donde
como de un pasto largo
crece el duro pistilo,
la madera del hombre.

Quién fui? Qué fui? Qué fuimos?

No hay respuesta.Pasamos.
No fuimos.Éramos.Otros pies,
otras manos,otros ojos.
Todo se fue mudando hoja por hoja
en el árbol.Y en ti? Cambió tu piel,
tu pelo, tu memoria.Aquél no fuiste.
Aquél fue un niño que pasó corriendo
detrás de un rio,de una bicicleta,
y con el movimiento
se fue tu vida con aquel minuto.
La falsa identidad siguió tus pasos.
Día a día las horas se amarraron,
pero tú ya no fuiste, vino el otro ,
el otro tú, y el otro hasta que fuiste,
hasta que te sacaste
del propio pasajero,
del tren, de los vagones de la vida,
de la substitución, del caminante.
La máscara del niño fué cambiando,
adelgazó su condicón doliente,
aquietó su cambiante poderío:
el esqueleto se mantuvo firme,
la sonrisa,
el paso, un gesto volador, el eco
de aquel niño desnudo
que salió de un relámpago,
pero fue el crecimiento como un traje!
Era otro el hombre y lo llevó prestado.

Así pasó conmigo.

De silvestre
llegué a ciudad, a gas, a rostros crueles
que midieron mi luz y mi estatura,
llegué a mujeres que en mi se buscaron
como si a mi se me hubieran perdido,
y así fue sucediendo
el hombre impuro,
hijo del hijo puro
hasta que nada fue como había sido,
y de repente apareció en mi rostro
un rostro de extranjero
y era tambien yo mismo:
era yo que crecía,
eras tú que crecías,
era todo,
y cambiamos
y nunca más supimos quienes éramos,
y a veces recordamos
al que vivió en nosotros
y le pedimos algo,tal vez que nos recuerde,
que sepa porlomenos que fuímos él,que hablamos
con su lengua,
pero desde las horas consumidas
aquél nos mira y no nos reconoce.

martes, 21 de diciembre de 2010

The Dutchess. (La Duquesa)

Próxima película a recomendar:
 Película estelarizada por Keira Knightley, The Dutchess nos muestra a una mujer noble del siglo XVIII, que, como muchas, tenía un poder político y social magnífico y poderoso, sin embargo, eran débiles a las costumbres de su época. La película es basada es la novela biográfica de Amanda Foreman. Vale la pena ver la película. Posee un buen reparto, los escenarios son bellos, y en realidad retratan a la población aristócrata de la época.

lunes, 20 de diciembre de 2010

De estrellas lejanas.


Sería bastante extraño hacer un dibujo y que otras personas lo noten como otra cosa. Bueno, en realidad no lo es, simplemente son visiones vagas de la realidad, del concepto y del contenido de las mentes. ¿Por qué dicen que los viejos se parecen mucho a los niños? Medité con El Principito de Antoine de Saint-Exupéry, el piloto y escritor francés que desapareció un día de la faz de la tierra, y luego se supo que fue abatido por otro avión durante un vuelo, sesenta años después de su muerte. El libro, a pesar de ser una historia infantil, no es tan infantil del todo, ó, de hecho, siguiendo el concepto que obtenemos de un niño al terminar la obra, nos damos cuenta que lo más sabio y maduro que podemos obtener, lo obtenemos de un niño o de un viejo. 

El niño en el libro se convierte en la persona más sabia del universo, ejemplificada en el principito, un personaje simpático que hace preguntas todo el tiempo y hace sus comentarios intrigantes y profundos, aunque superficialmente insignificantes, y que no permite que una pregunta formulada por él, quede sin respuesta.. El principito recorre bastantes asteroides y planetas, sólo con el fin de hacer burla de las personas adultas; personas complicadas y que se creen superiores, mayores y sabios, al haber vivido más y al parecer ya ‘saber lo que quieren’, pero el principito, con su risa y sonrisa tan simpáticas, nos hace caer en cuenta de que, sólo un niño, sabe lo que quiere, un niño no sencillo, y no necesita tantas complejidades existenciales para descubrir qué quiere en un momento determinado. Un niño sabe qué tiene qué hacer, sabe para dónde va, y lo espera todo con ansiedad. Un niño sonríe y es bueno.

Es increíble cómo un libro infantil nos da una lección tan fuerte, que nos aterriza y que de una u otra forma insulta a aquellas personas que por creerse adultas, se considera mayores y superiores en todos los sentidos con respecto a los niños, y que son éstos los que deben aprender de ellos. En este punto podemos llegar a pensar que tal vez, sólo tal vez, en el transcurso de nuestra vida y de nuestro paso por el mundo, vamos perdiendo esa madurez y capacidad para saber qué queremos, somos arrastrados por el mundo en el que vamos creciendo y nos perdemos como el cristal en el mar. Sería oportuno citar ‘El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe’ de nuestro amigo Jean-Jacques Rousseau, ya que nacemos sabiendo lo qué queremos, o es que, ¿un niño duda cuando dice que quiere una figura de acción o un helado de chocolate y sólo chocolate? Conforme vamos desarrollando nuestras habilidades intelectuales, ‘abrimos’ nuestra mente a nuevas posibilidades para elegir entre más sabores de helado llegando al punto de pedir un helado de dos sabores que simplemente no combinan. El hombre vive su vida con dudas y sin saber realmente lo que quiere o para dónde va, y cuando llega a la etapa senil de su vida, vuelve a ser un niño, recapacita mentalmente, y se da cuenta de qué es lo que quiere en realidad.

El Principito nos expresa eso en absolutamente todas las formas, y nos enseña el valor de conocer y de la propiedad, de diferenciar y de no ser indiferentes, y nos muestra que, las rosas no son lo mismo que su rosa. Así que prefiero mi cielo, a cielo.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Cuestión Independentista.


Irlanda se puede dividir cronológicamente de muchas maneras, pero me gusta La Gran Hambruna, para hablar como antecedente al tiempo en el que ocurre Las Cenizas de Ángela, debido a que es mencionado muchas veces en el libro y lo que ocurre es una repercusión de aquel hecho tan devastador en la historia de la ex provincia británica. Un hecho con repercusiones un siglo después es argumento para decir que La Gran Hambruna fue una especie de catástrofe para Irlanda, que luego buscó su independencia de Gran Bretaña.

La escasez ocurrió entre los años 1845 y 1849, debido a la aparición del tizón tardío, el cual destruía totalmente a la patata, que era el alimento principal dentro de la dieta alimenticia de los irlandeses, así como para un latino lo es el arroz. Esto provocó la ruina de 3 cosechas seguidas de patatas, lo que generó una escasez alimenticia impresionante, obligando a que cerca del 25% de la población irlandesa emigró a Estados Unidos, Gran Bretaña, Argentina, Canadá y Australia, lo que por supuesto disminuyó la población en este pequeño país, azotado por este parásito proveniente de México y Estados Unidos.

Irlanda literalmente quedó en un estado deplorable, coloquialmente, quedó en la inmunda, y no se pudo hacer nada, ya que todo esto contrajo muchísimas consecuencias, tanto económicas, sociales y demás.  Para 1900 Irlanda había perdido casi la mitad de su población debido a las sangrientas y miserables condiciones en las que se encontraba la mayoría del cuerpo demográfico del país, evidenciando una inestabilidad económica, y social en Irlanda.

Estas son las estatuas conmemorativas a la Gran Hambruna Irlandesa:

Podemos iniciar con el hecho de que muchas de las tierras y por consiguiente cultivos de Irlanda pertenecían a terratenientes británicos que arrendaban sus tierras a los irlandeses católicos, que no eran muy reconocidos por Gran Bretaña, para que produjeran diferentes tipos de alimentos a Irlanda específicamente, y con la plaga entre los años citados anteriormente todos estos cultivos se fueron abajo; entonces como no hay cultivo, no hay comida, y sin comida prácticamente no hay nada, y así quedó Irlanda.

Irlanda, repleta de historia y majestuosa como ella sola, como una mujer noble en su vestido encajado y adornado, tropieza en un baile de carácter social muy importante y es el hazme-reír de toda la fiesta, y blanco de todos, cayó a la profundidad con la Gran Hambruna, y con el dominio casi que total de Inglaterra sobre sus tierras, provocando que entre 1919 y 1921 se produjera la Guerra Anglo-Irlandesa, concluyendo en tregua y la independencia de Irlanda en 1922. Un país independiente, libre, y miserable.

Irlanda y su población, en una podredumbre espeluznante, durante la guerra de independencia y después de ella, notaron que las cosas muy difícilmente se arreglarían, y muchos vendieron su posición política por un pato de sopa inglesa, y no era la persona que recibía sino la familia que era condenada al desprecio y la indiferencia de toda la población irlandesa. Cuestión de moral, de orgullo  y de supervivencia. Creer en su país mientras se muere de hambre o no se consigue trabajo es algo complicado si puedes recibir sopa del país que te dominó y ahora te deja libre, además de un trabajo, además de traicionar a tu propia nación. Complicado. Tal emigrar a Irlanda del Norte, la única Irlanda Británica, que se rehusó a estar independiente y a vivir en la miseria. La Gran Hambruna nos pasmó y nos asesinó, nos repercutió en lo que somos ahora, y nos hace pensar, vivir miserable y libre, o vivir cómodo y esclavo. Dilema personal.

martes, 23 de noviembre de 2010

Cenizas enterradas y regadas.

En una biografía se pueden encontrar cosas interesantes, lo raro es que siempre encontramos esas cosas, y tal vez eso es lo que anima a una persona a hacer una autobiografía. Hay algo qué contar, y eso es bueno. Y como la vida de Frank McCourt es tan interesante y tan dramática, pues es lógico que escribiera la primera parte de su vida en Las Cenizas de Ángela.

Las Cenizas de Ángela relata precisamente eso, las cenizas de Ángela Sheehan, una Irlandesa nacida en Limercik, un pueblo conocido mundialmente por su religiosidad, situado a orillas del Río Shannon, el asesino río que terminó por matar a los gemelos Eugene y Oliver, y que casi mata a Ángela. ¿Por qué cenizas? Porque son sus hijos sus cenizas, son lo que queda de ella. En el libro nos enfocamos en la vida de Frank, que es el hermano mayor, y es el que cuida a todos sus hermanos hasta que ya no están, desde Nueva York hasta Limerick y por todos los callejones en los que vivieron debido a su condición económica. El autor narra de una manera tan trágica y desgarradora la vida del mismo y de su familia, así como la de la miserable sociedad irlandesa durante principios del siglo XX y durante la Segunda Guerra Mundial, pero hablaré solo del libro en esta ocasión. Frank es nacido en América, pero su madre es de la Irlanda independizada, sin embargo su padre Malachy McCourt es un Irlandés del Norte, aún unido a Inglaterra, sin embargo él no es partidario de eso, por esa razón huyó a América para ser un borracho que gastaría el dinero de su salario semanal y dejaría sin un solo penique a sus hijos para la alimentación de todos ellos.

En América tenemos a Frank, y Malachy un año menor, y a Eugene y Oliver, sin contar a la pequeña Margaret que murió a las pocas semanas sin ser bautizada. En Irlanda tenemos a Michael tras la muerte de Oliver, y a Alphie un tiempo después de la muerte de Eugene, sobreviviendo sólo estos 4 hermanos, que salen hacia adelante después de que su padre se ha ido a trabajar en una fábrica a Inlgaterra, y jamás mandar dinero, siendo su madre obligada a adquirir ayuda pública y caridad de la Fundación San Vicente de Paúl.

Recorremos las llevadas al parque del edificio en Nueva York, las caminatas hacia la San Vicente de Paúl, las aventuras faltando a la Escuela de Leamy, las comuniones y confirmaciones, y cada visita a la abuela y a las taberns a buscar a su padre o a pedir víveres a la abuela y a la tía Aggie. Frank McCourt nos muestra sus infinitos encuentros cn increibles personajes como el señor Timoney, el tío Pa Keating, la señora Finucane o el señor O' Halloran, y los diferentes trabajos y affaires por los que pasó tanto Frank, como sus hermanos y su familia.

Frak McCourt, además de hablar de su vida, nos habla de la vida de muchas personas y nos ubica en un mundo y en un momento desagradable y miserable de la sociedad irlandesa, y nos muestra lo difícil que fue para cada uno de ellos continuar con vida y con un poco de orgullo y dignidad en una sociedad tan religiosa y tan traumada con la historia, cuyas repercusiones impidieron a los personajes realizar muchísimas cosas, así como los obligó a hacer muchas otras.

El libro en sí es una capitulación de la vida de un hombre que añoraba una mejor vida, que anhelaba vivir de nuevo el recuerdo de su felicidad, y dejar la tristeza de primero, para transmitirla a su familia, por reemplazar a su propio padre y salir hacia adelante con todas sus fuerzas y a como de lugar cada situación. Las Cenizas de Ángela es una lección de vida y un testimonio de que cuando las cosas están mal, se pueden poner peor, pero también mejor.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Angela's Ashes (trailer)

Esta es la película del libro sobre le cuál hablaré apenas lo termine, para entrar a hablar sobre la Irlanda de la primera mitad del siglo XX, la cual es bastante interesante. La película inicia en punto adelantado del libro, en un punto bastan dramático y trágico del libro, que fácilmente puede hacer llorar a alguien que haya leído el libro, así que, lean el libro, y luego vean la película. Esto es sólo una entradilla.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Diatriba contra el deportista.

Aquí va un fragmento del libro Los Cuadernos de Don Rigoberto, de Mario Vargas Llosa, que me llamó bastante la atención.
Es mejor poseer una mente sucia para llegar a conocer, y no una mente sana, que es una mente a oscuras que no llega ni a los límites más bajos de la curiosidad.
Esto es un incentivo para que se animen a escudriñar esta obra.


DIATRIBA CONTRA EL DEPORTISTA
 
Entiendo que usted corre tabla hawaiana en las encrespadas olas del Pacífico en el verano, en los inviernos se desliza en esquí por las pistas chilenas de Portillo y las argentinas de Bariloche (ya que los Andes peruanos no permiten esas rosqueterías), suda todas las mañanas en el gimnasio haciendo aeróbicos, o corriendo en pistas de atletismo, o por parques y calles, ceñido en un buzo térmico que le frunce el culo y la barriga como los corsés de antaño asfixiaban a nuestras abuelas, y no se pierde partido de la selección nacional, ni el clásico Alianza Lima versus Universitario de Deportes, ni campeonato de boxeo por el título sudamericano, latinoamericano, estadounidense, europeo o mundial, ocasiones en que, atornillado frente a la pantalla del televisor y amenizando el espectáculo con tragos de cerveza, cubalibres o whisky a las rocas, se desgañita, congestiona, aúlla, gesticula o deprime con las victorias o fracasos de sus ídolos, como corresponde al hincha antonomásico). Razones sobradas, señor, para que yo confirme mis peores sospechas sobre el mundo en que vivimos y lo tenga a usted por un descerebrado, cacaseno y subnormal. (Uso la primera y la tercera expresión como metáforas; la del medio, en sentido literal.)
Sí, efectivamente, en su atrofiado intelecto se ha hecho la luz: tengo a la práctica de los deportes en general, y al culto de la práctica de los deportes en particular, por formas extremas de la imbecilidad que acercan al ser humano al carnero, las ocas y la hormiga, tres instancias agravadas del gregarismo animal. Calme usted sus ansias cachascanistas de triturarme, y escuche, ya hablaremos de los griegos y del hipócrita mens sana in corpore sano dentro de un momento. Antes, debo decirle que los únicos deportes a los que exonero de la picota son los de mesa (excluido el ping-pong) y de cama (incluida, por supuesto, la masturbación). A los otros, la cultura contemporánea los ha convertido en obstáculos para el desenvolvimiento del espíritu, la sensibilidad y la imaginación (y, por tanto, del placer). Pero, sobre todo, de la conciencia y la libertad individual. Nada ha contribuido tanto en este tiempo, más aún que las ideologías y religiones, a promover el despreciable hombre-masa, el robot de condicionados reflejos, a la resurrección de la cultura del primate de tatuaje y taparrabos emboscados detrás de la fachada de la modernidad, como la divinización de los ejercicios y juegos físicos operada por la sociedad de nuestros días.
Ahora, podemos hablar de los griegos, para que no me joda más con Platón y Aristóteles. Pero, le prevengo, el espectáculo de los efebos atenienses untándose de ungüentos en el Gymnasium antes de medir su destreza física, o lanzando el disco y la jabalina bajo el purísimo azul del cielo egeo, no vendrá en su ayuda sino a hundirlo más en la ignominia, bobalicón de músculos endurecidos a expensas de su caudal de testosterona y desplome de su IQ. Sólo los pelotazos del fútbol o los puñetazos del boxeo o las ruedas autistas del ciclismo y la prematura demencia senil (¿además de la merma sexual, incontinencia e impotencia?) que ellos suelen provocar, explica la pretensión de establecer una línea de continuidad entre los entunicados fedros de Platón frotándose de resinas después de sus sensuales y filosóficas demostraciones físicas, y las hordas beodas que rugen en las tribunas de los estadios modernos (antes de incendiarlas) en los partidos de fútbol contemporáneos, donde veintidós payasos desindividualizados por uniformes de colorines, agitándose en el rectángulo de césped detrás de una pelota, sirven de pretexto para exhibicionismos de irracionalidad colectiva.
El deporte, cuando Platón, era un medio, no un fin, como ha tornado a ser en estos tiempos municipalizados de la vida. Servía para enriquecer el placer de los humanos (el masculino, pues las mujeres no lo practicaban), estimulándolo y prolongándolo con la representación de un cuerpo hermoso, tenso, desgrasado, proporcionado y armonioso, e incitándolo con la calistenia pre-erótica de unos movimientos, posturas, roces, exhibiciones corporales, ejercicios, danzas, tocamientos, que inflamaban los deseos hasta catapultar a participantes y espectadores en el acoplamiento. Que éstos fueran eminentemente homosexuales no añade ni quita coma a mi argumentación, como tampoco que, en el dominio del sexo, el suscrito sea aburridamente ortodoxo y sólo ame a las mujeres —por lo demás, a una sola mujer—, totalmente inapetente para la pederastia activa o pasiva. Entiéndame, no objeto nada de lo que hacen los gays. Celebro que la pasen bien y los apuntalo en sus campañas contra las leyes que los discriminan. No puedo acompañarlos más allá, por una cuestión práctica. Nada relativo al quevedesco «ojo del culo» me divierte. La Naturaleza, o Dios, si existe y pierde su tiempo en estas cosas, ha hecho de ese secreto ojal el orificio más sensible de todos los que me horadan. El supositorio lo hiere y el vitoque de la lavativa lo ensangrienta (me lo introdujeron una vez, en período de constipación empecinada, y fue terrible) de modo que la idea de que haya bípedos a los que entretenga alojar allí un cilindro viril me produce una espantada admiración. Estoy seguro de que, en mi caso, además de alaridos, experimentaría un verdadero cataclismo psicosomático con la inserción, en el delicado conducto de marras, de una verga viva, aun siendo ésta de pigmeo. El único puñete que he dado en mi vida lo encajó un médico que, sin prevenirme y con el pretexto de averiguar si tenía apendicitis, intentó sobre mi persona una tortura camuflada con la etiqueta científica de «tacto rectal». Pese a ello, estoy teóricamente a favor de que los seres humanos hagan el amor al derecho o al revés, solos o por parejas o en promiscuos contubernios colectivos (ajjjj), de que los hombres copulen con hombres y las mujeres con mujeres y ambos con patos, perros, sandías, plátanos o melones y todas las asquerosidades imaginables si las hacen de común acuerdo y en pos del placer, no de la reproducción, accidente del sexo al que cabe resignarse como a un mal menor, pero de ninguna manera santificar como justificación de la fiesta carnal (esta imbecilidad de la Iglesia me exaspera tanto como un match de básquet). Retomando el hilo perdido, aquella imagen de los vejetes helenos, sabios filósofos, augustos legisladores, aguerridos generales o sumos sacerdotes yendo a los gimnasios a desentumecer su libido con la visión de los jóvenes discóbolos, luchadores, marathonistas o jabalinistas, me conmueve. Ese género de deporte, Celestino del deseo, lo condono y no vacilaría en practicarlo, si mi salud, edad, sentido del ridículo y disponibilidad horaria, lo permitieran.
Hay otro caso, más remoto todavía para el ámbito cultural nuestro (no sé por qué lo incluyo a usted en esa confraternidad, ya que a fuerza de patadones y cabezazos futboleros, sudores ciclísticos o contrasuelazos de karateca se ha excluido de ella) en que el deporte tiene también cierta disculpa. Cuando, practicándolo, el ser humano trasciende su condición animal, toca lo sagrado y se eleva a un plano de intensa espiritualidad. Si se empeña en que usemos la arriesgada palabra «mística», sea. Obviamente, esos casos, ya muy raros, de los que es exótica reminiscencia el sacrificado luchador de sumo japonés, cebado desde niño con una feroz sopa vegetariana que lo elefantiza y condena a morir con el corazón reventado antes de los cuarenta y a pasarse la vida tratando de no ser expulsado por otra montaña de carne como él fuera del pequeño círculo mágico en el que está confinada su vida, son inasimilables a los de esos ídolos de pacotilla que la sociedad posindustrial llama «mártires del deporte». ¿Dónde está el heroísmo en hacerse mazamorra al volante de un bólido con motores que hacen el trabajo por el humano o en retroceder de ser pensante a débil mental de sesos y testículos apachurrados por la práctica de atajar o meter goles a destajo, para que unas muchedumbres insanas se desexualicen con eyaculaciones de egolatría colectivista a cada tanto marcado? Al hombre actual, los ejercicios y competencias físicas llamadas deportes, no lo acercan a lo sagrado y religioso, lo apartan del espíritu y lo embrutecen, saciando sus instintos más innobles: la vocación tribal, el ma-chismo, la voluntad de dominio, la disolución del yo individual en lo amorfo gregario.
No conozco mentira más abyecta que la expresión con que se alecciona a los niños: «Mente sana en cuerpo sano». ¿Quién ha dicho que una mente sana es un ideal deseable? «Sana» quiere decir, en este caso, tonta, convencional, sin imaginación y sin malicia, adocenada por los estereotipos de la moral establecida y la religión oficial. ¿Mente «sana», eso? Mente conformista, de beata, de notario, de asegurador, de monaguillo, de virgen y de boyscout. Eso no es salud, es tara. Una vida mental rica y propia exige curiosidad, malicia, fantasía y deseos insatisfechos, es decir, una mente «sucia», malos pensamientos, floración de imágenes prohibidas, apetitos que induzcan a explorar lo desconocido y a renovar lo conocido, desacatos sistemáticos a las ideas heredadas, los conocimientos manoseados y los valores en boga.
Ahora bien, tampoco es cierto que la práctica de los deportes en nuestra época cree mentes sanas en el sentido banal del término. Ocurre lo contrario, y lo sabes mejor que nadie, tú, que, por ganar los cien metros planos del domingo, meterías arsénico y cianuro en la sopa de tu competidor y te tragarías todos los estupefacientes vegetales, químicos o mágicos que te garanticen la victoria, y corromperías a los arbitros o los chantajearías, urdirías conjuras médicas o legales que descalificaran a tus adversarios, y que vives neurotizado por la fijación en la victoria, el récord, la medalla, el podium, algo que ha hecho de ti, deportista profesional, una bestia mediática, un antisocial, un nervioso, un histérico, un psicópata, en el polo opuesto de ese ser sociable, generoso, altruista, «sano», al que quiere aludir el imbécil que se atreve todavía a emplear la expresión «espíritu deportivo» en el sentido de noble atleta cargado de virtudes civiles, cuando lo que se agazapa tras ella es un asesino potencial dispuesto a exterminar arbitros, achicharrar a todos los fanáticos del otro equipo, devastar los estadios y ciudades que los albergan y provocar el apocalíptico final, ni siquiera por el elevado propósito artístico que presidió el incendio de Roma por el poeta Nerón, sino para que su Club cargue una copa de falsa plata o ver a sus once ídolos subidos en un podio, flamantes de ridículo en sus calzones y camisetas rayadas, las manos en el pecho y los ojos encandilados ¡cantando un himno nacional!

Misa Negra (fragmentos conservados)

Estos son los fragmentos que se pudieron conservar de Misa Negra de Inés de Torremolinos, ya que el libor fue quemado por la ya aludida Inquisición Española. Estos fragmentos igualmente se encuentran en el libro. Espero les guste.

1
Así ardiera mi ca rne en la foguera
Así mordiera el amargor de la cicuta,
o en la hora yo muriera, y si así fuera,
aun así, nada me enluta
y me declaro desde agora
de las putas la más puta.

14
En el nombre del amor
todo se entrega al verdugo
Para él facemos el pan
y sólo nos da el mendrugo
Para él parimos los fijos.
Todo en nombre del amor.
Si no sabe facer pan
si no puede parir fijos
-para una su arte es poca
y para la otra, nulo-,
que trague pan por la boca
y faga niños por el culo.

22
El amor para mí era
la enfermedad, el tormento,
daga que hiere y lacera.
..............
Si por cantar al amor
no vide más que lamento
y de males de amor moría.
...............

43
Os dijeron ¡cocinad!
Aquí os dejo mi receta
que de agora y para siempre
dejará de ser secreta.

Tomaos por desayuno
cuando el sol salga y se yerga
de veinte zagales, uno
de luenga y de gorda verga
y buena leche bebed
que para saciar la sed
mejor que éste, ninguno.

Y a la hora de la misa
dando el cursa su monserga,
hostia ni vino consiento
y tomo por sacramento
su divina y presta verga.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Clítoris demoniaco.

Hace poco terminé de leer el libro El Anatomista de Federico Andahazi, sobre de la vida de Mateo Renaldo colón y su maravilloso, impactante y controversial descubrimiento sobre un órgano femenino, y según el propio Colón, masculino también.

Voy a empezar hablando de Federico Andahazi, el bonaerense, quien representó y trajo a este siglo un descubrimiento que, datando su fecha, tiene el calificativo de iluminador, e incluso, no de renacentista como su época, sino de nacedor y descubridor. Andahazi es un psicólogo de la Universidad de Buenos Aires, pero también escritor como podemos notar. Y de ahí, podemos explicar El anatomista, como una obra con un carácter mental y espiritual, que rige las acciones de las personas y que desenvuelve muchos temas que muestra la obra, pero su principal tema, indudablemente, es la tierra prometida llamada el Amor Veneris.

Aquí va la foto del criticado escritor, ya que quiero especular un poco.

Cualquier madre de la nueva generación podría especular, que la mirada y la expresión de este hombre es de carácter perverso, y, me atrevo a decir, con una mente profunda y espectacular, teniendo en cuenta su obra.

Andahazi no es cualquier hombre, es un psicólogo, que etimológicamente, es alguien que estudia la mente, y aquí encontramos  su afinidad con Mateo Renaldo Colón, un anatomista y cirujano de la Universidad de Padua. Pero el tiempo no es su afinidad. Colón es del siglo XVI, es decir renacimiento, desde 1516 hasta 1559. Claro, ya nos fuimos desde Argentina siglo XX a Italia siglo XVI, apogeo del Renacimiento.

El Anatomista ocurre principalmente tres ciudades: Padua, Florencia y Venecia. También el Vaticano y Castilla juegan acá, pero no son de muchas relevancia. La biográfica y, como dije antes, controversial vida de Mateo Renaldo Colón y su descubrimiento es lo que llena esta obra, pero debemos hablar también de dos personalidades que conforman parte de la dualidad de la mujer de la época, aunque a extremos.

Mona Sofía fue robada de su madre a los 2 años y fue vendida varias veces hasta terminar donde una Madonna que criaba niñas, y sus primeras palabras fueron ''puttana, dame diez ducados''. De hecho, Ninna (su primer nombre) era una persona bastante simpática desde su niñez. Fue vendida luego a madonna Creta, que criaba putas. Su primer cliente era un pederasta que trató de abusar de ella a los 5 años, pero esta encantadora mujer le arranca el glande con sus dientes, y mientras este muere, ella lo mastica. Luego termina donde Massimo Troglio, dueño de la escuela de putas más prestigiosa de Europa, así como un colegio, y se gradúa a los 13 años. A los 15 se va y termina en un prostíbulo de Venecia. Enamora a Mateo Colón y tiempo después él la busca cuando ella ya está verde y raquítica al tener sífilis avanzada.

Nuestro extremo es Inés de Torremolinos, que a los 13 años fue casado con un rico hombre gordo, feo y viejo, que le dió solo 3 hijas y jamás un hijo. El hombre murió y ella heredó todas suspropiedades, creando así, un monasterio para cuidar a los hijos que ella no pudo tener. Ella se enferma y cuando Mateo recibe una carta de su presencia en Florencia para ayudar a esta mujer, pero ella también le ayuda. Ya que, si no fuera por su monumental clítoris, Mateo Renaldo Colón jamás habría descubierto esta pieza. Al final Mateo le dice que ella no es quien lo ama, sino que es su clítoris quien lo ama, provocando que ella misma se corte el clítoris y se devuelva a Castilla con sus hijas para preparar cerca de mil quinientas putas al rededor de España, y cortánodles el clítoris ella misma para que no pudieran amar. Luego es quemada en la hoguera por hereje junto con sus tres hijas. Esta mujer nos dejó, como herencia, la Misa Negra, de la cual solo se han retenido unos cuantos versos.

El resto de lo que nos habla el libro, en cuestión de 'tramas', se lo dejo a los lectores, ya que, deseo iniciar con lo que nos dice el libro y con el pensamiento de Mateo Renaldo Colón. En el libro influye mucho la época en la que ocurrió, y como hablamos principalmente de Italia en el siglo XVI, podemos darnos cuenta que durante la vida del Papa Pablo III, se creó la Inquisición Romana en 1542, y la Inquisición Española es la que quema a Inés de Torremolino en Castilla, y la Inquisición Romana es la que acusa de hereje y muchos otros pecados a Mateo Renaldo Colón, al intentar publicar su libro De Re Anatómica. Lo que salvó a Mateo pero no a Inés, es el hecho de que Mateo Renaldo Colón fue un anatomista bastante famoso, y cuando Pablo III ya estaba muriendo, requirió de su sabiduría y de sus habilidades para reestablecerse un poco, cosa que Mateo logró hacer. Sin embargo, no logró hacer que se publicara De Re Anatómica. Y como toda acción inquisitorial, se trató de llevar a cabo con discreción, hasta llegar a la sentencia. La inquisición desempeñó un papel importante ya que era la opinión de la sociedad frente a todo, por ejemplo, cuando los hombres iban hacia los prostíbulos, iban de manera discreta, ya que no podían permitir que alguien los viera.

El libro está repleto de erotismo de todos los tipos, que en cualquier hombre puede generar una erección y en una mujer, el deseo que explica el anatomista de provocar tentación, y, sobarse el clítoris. En todo el libro podemos enocntrar escenas sexuales, que para cualquier lector imaginativo, es algo bastante explícito, y más por la forma en como lo narra Andahazi. Además de aquellos episodios eróticos, también encontramos episodios desgradables, que prefiero que los propios lectores descubran y confirmen.

Y el tema más importante que es el del descubrimiento del clítoris, la ''América'' de Mateo Renaldo Colón, que no es tan grande como la América de Cristobal Colón ni nada por el estilo, pero sí con más poder que esa América llena de tierras hermosas y de culturas extraordinarias. Una ''América'' que puede conquistar el mundo. El clítoris, la llave del cielo y del infierno de las mujeres, la llave para obtner el amor eterno de una mujer, y que permite poner a cualquier mujer a los pies de los hombres, es lo que encuentra Mateo Renaldo Colón. Ahí es donde reside el demonio dentro de la mujer, y es el objeto del pecado; lo primero según los acusadores de Colón, y lo segundo según Mateo Renaldo Colón. Con su descubrimiento Mateo Renaldo Colón permite explicar que el clítoris y su poder, le permite basarse en Aristóteles y en las Sagradas Escrituras, para justificar que la mujer proviene de la costilla del hombre ya que el clítoris tiene la forma de una verga, tal como lo dice Andahazi. Además de explicar que el semen del hombre es fluído kinético puro y que aporta el alma al hijo, y que la mujer aporta el cuerpo, atribuyendo esto a Aristóteles.

Andahazi refleja todo lo que dice Colón y nos muestra una fascinante teoría expuesta por este controversial anatomista, que causó revuelco en su época, y que causa revuelco en quien lea el libro, llenándo la vida de este hombre de erotismo, y algo de su contrario, para reflejar toda un época y  mostrar un descubrimiento increíblemente importante, que hoy nos llama la antención. El clítoris mantiene dominadas a las mujeres.

Concluyo rehusándome a hablar del final del libro y de cosas llamativas dentro de él, para animar a las personas a leer el libro. También informar que el libro El Anatomista ganó el primer premio de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat, pero su mentora, la mujer de este nombre, no estubo de acuerdo con esto ya que el libro no contribuía al objetivo de dar este premio el cual era « exaltar los más altos valores del espíritu humano». Lo que la mujer no vió, es que el libro nos exalta a todos como materia y esencia, ya que el clítoris amado y prometido, nos justifica al hombre y mujer como ligados, y como seres pasionales, pero bastante espirituales, que se complementan el uno con el otro.

Tírela sin miedo.

Con motivo de no haber escrito nada en un tiempo, por falta de inspiración, ganas o tiempo, el hecho es que no escribí. Ahora poseo motivos excesivos. Que sí, que no, que tal véz, que no sé. Es lo mismo.
Estube pasando varias noches en vela, pensando, gritando en silencio y atragantándome de enciclopédicas palabras para no generar controversia, para no generar conflctos ni problemas. Corriendo y saltando en contra de mí mismo, no los generé por pensar que el hombre, por preservar la paz exterior, debe sacrificar una pequeña, o muy grande parte de su paz interior, para que los demás sientan paz.
Que soy humano y lloro, río, me reprimo y a veces me exprimo, pienso y otras muchas veces siento, pero todo esto es controlable. Pero lo que ningún ente dominará será el error. El error nos hace perfectos. Me jacto del ímpetu con que unos hablan de ser perfectos, de ser muy buenos, cuando todos somos bestias, somos malditos hijos de puta sin principios y sin piedad por lo que deberíamos sentir piedad. Arrasamos con todo, incluso con nosotros. Pero ahora soy yo quien siente que no sienten piedad por mí, pero yo tampoco la siento.
Me he comportado como un maniquí. Me ponen ropas diferentes, si quieren me ponen adelante, atrás, en el medio. Izquierda, derecha, acostado de pie y hasta sentado. Como si fuera algo de vender, algo de botar, guardar y desempolvar después. Los maniquís como que también tienen vida.
Usted salió como si fuera mago medieval, y otros sólo estaban ahí, pero fue después que me percaté de la respiración de muchos otros inocentes, de otros que no han tirado su piedra. Los que ya me tiraron una, me han tirado muchas más. Soy como una roca más grande, una roca a la que han golpeado pero no sufre daños, pero que poco a poco empieza a resquebrajarse en su soledad, en su presencia conveniente. Como que las piedras también se cansan. Después de todo, también se tiene derecho a hablar con crujidos, con rupturas o con lo que sea, pero a hablar al fin y al cabo. Antes hablaba con ecos y el leve movimiento del golpe entre la piedra que tiraban a la piedra, que cada vez dolía menos, pero que rompía más.
No soy viejo, pero cada que pasan los segundos me convierto en viejo, en roto, en olvido constante, y recuerdo oportuno. Soy como una lámpara de mesa que sólo se ve cuando se necesita de luz extra, pero cuando hay suficiente luz, esa lámpara se entierra solita en un recuerdo distante. Por eso me voy a mantener encendido, porque siempre me necesito. Esas piedras son indiferentes.
Ahora cierro la piedra con respuestas diferentes, porque rompo la rutina receptora de golpes por parte de emisores rutinarios. No tiro piedras porque las piedras no pueden tirar piedras. Ni que exprimiera mi bestia descomunal interior como los demás. Sería el colmo del descaro, dirían por ahí. Pero de todas formas, todo vuelve, todo es karma, y si la piedra no tira la piedra, el emisor se convierte receptor de su propia piedra. Así que actúo normal.
Me canso de esperar ese momento, me canso de decir y pensar lo mismo. Me canso de anhelar el instante. Y poder poner esa piedra golpeada y resquebrajada cada vez menos encima del francotirador inexperto que se equivocó y se golpeó a sí mismo. A mí ya no me puede golpear.
Mientras tanto espero que usted llegue. Que usted no va a tirar piedras porque también es piedra, y eso me alegra. Piedra con piedra son dos piedras. El emisor se queda con la suya y se muere. Dos piedras se protegen y son felices. Solito lo soy, pero con esa piedra soy más feliz y con constancia. Así que espero la piedra, espero que de lejos llegue y no me golpee porque es piedra. Pero aún no llega y puede que no llegue. Me fumaré unos cuantos cigarros.

No tardo.

Voy caminando sin saber para dónde y mucho menos sin saber si estoy caminando en realidad. Puede que mi mente me piense caminando pero pedo estar arrodillado mirando a algún solidario que venga en mi ayuda. No sé dónde estoy en estos momento ni qué quiero hacer. no sé qué decir ni cómo actuar. Pero estoy ahí, caminando, tirado en el suelo y llorándole al cielo. Estoy haciendo un recorrido por todos mis tres yo para saber cuál es el real. Pero soy los tres. Soy tres personas diferentes.
Estoy en el suelo pidiendo ayuda a un desconocido que me levante y me devuelva a mi casa, en donde estoy seguro, donde sé qué hago. En tierra extraña no tengo nombre. La gente pasa y pasa y yo no veo a nadie que haya entrado a mi memoria, todos son una manada de cobardes que prefieren no ir al fondo del pozo. Yo me he tirado a varios pozos. Son esos que ven el nombre de la película y la describen con eso. Son aquellos que cierran los ojos. Prefier abrirlos y que me entre la luz. Los colores son bonitos.
Lloro hacia arriba porque hacia otra dirección no lloro ni río. Soy un inerte que duerme con ojos abiertos, porque las demás personas son así. Por eso no miro la gente, me aburren. Mirando el cielo lloro porque sé que no me responderá y me veré obligado a hablar conmigo mismo para encontrar lo que llamo verdad. Yo soy mi verdad.
Mi yo preferido es el que camina pensando que va hacia el cielo pero siente los árboles sin sombra que tampoco miran. No me importa por donde piso, sólo a dónde voy. Eso es mío y de nadie más. Doy pasos sin saber con qué ni cómo los doy. Dejo que mi mete se concentee ahí es mi orgullo. Es el que se para y camina y no s epone a llorar ni se queda tirado esperando a que lo levanten. Se va a encarar las cosas para hacer las cosas bien. Odia los errores pero sabe que los puede cometer. Prefiero solucionarlos.
Siempre he amado las estrellas y donde se mueven ellas. Quisiera irme a caminar por donde caminan ellas. Saben? Ya voy para allá.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Sentado en un murito.

Es bonito mirar el horizonte y darse cuenta de que las cosas están bien pero que podrían ser mejores, pero uno se arrepiente.
Uno se acuerda de las cosas bonitas y de lo que desaprovechó día a día hasta que se fue en un avión al otro lado del mundo. ¿Y pues qué? Ni modo, queda uno mamando.
Pero es bonito pensar, sentarse en un murito y ver como el sol se va y llegan la luna y las estrellas y le empiezan a hacer preguntas cuyas respuestas uno sabe y vivió, y por eso es que les gusta repetir las mismas preguntas, para que uno no olvide.
Pero ellas son raras, en vez de hacerme sentir mal, me hacen reir y me hacen gritar de alegría, porque me acuerdo de todo lo que no tengo y creo que jamás volveré a tener, pero sonrío.
A veces sí me duele y me salen hasta lágrimas, a mí, que dije que no tendría sentimientos porque eso es para débiles. Eso es para humanos. Desafortunadamente soy un humano.
Y si me encierro y me aíslo, y grito y nadie me escucha pues ya, es eso y nada más, no se puede hacer nada.
Como dulces, dulces que me hacen olvidar por segundos. Toco sinfonías y conciertos que me hacen olvidar por minutos y horas. Pero un día no puedo olvidar. Tengo tanta memoria que no puedo olvidar por tanto tiempo.
No presumo mi capacidad para recordar ya que no es muy favorable ahora. Aunque me de sonrisitas diariamente en cualquier momento. Y pues que me miren raro y digan de todo. Soy yo el sonrío.
Me gusta dibujar estrellitas negras ne papel blanco porque papel negro no he visto nunca, o no recuerdo. Pero las estrellas las veo y les peleo a veces. Con la luna me callo.
Y sentado en ese murito quieor olvidar, quiero gritar y quiero caer, quiero perderme y no hacer nada más. Quiero tomarme una cerveza y fumarme un cigarrillo y debatir conmigo mismo haber qué puedo sacar de mí, si es que no me han sacado nada.
Pero bueno, aquí estoy, creo que enterito, vivito y coleando, y no se puede hacer nada. Me tiré y no me morí, tal véz no soy humano. Pero bueno, aquí sigo.

Y si no existiera la energía eléctrica.

Hoy me hice esta pregunta. Cómo sería si no existiera la energía eléctrica, ni pudiéramos prender un televisor, un bombillo o un televisor. Qué haríamos si no pudiéramos prender un ventilador cuando nos da mucho calor, o qué haremos cuando queramos un vaso de agua fría. Cómo serían las cosas si no existiera la energía que hace que funcionen las cosas creadas por el hombre.

Cómo reaccionaríamos si al levantarnos un día común y corriente no haya energía eléctrica, no podamos prender la luz, y todo lo que tengamos en la nevera se haya calentando o derretido. Me imagino la cara de muchas personas que ven televisión todos los días, que se la pasan en el computador, o que les encanta el helado y que hablan por teléfono todo el tiempo.

Si no existiera la energía eléctrica nos tocaría usar velas o antorchas para poder ver, pero no me gustaría quedarme a oscuras dentro de mi casa, así que me quedaría en la calle porque al menos la luna me da luz. No tendríamos que trasnocharnos diariamente haciendo trabajos porque no tendríamos cómo hacerlos en la noche y los maestros no dejarían esos trabajos, y si los dejan, los dejarían con mucha anticipación, por lo tanto no tendríamos ojeras. Las noches las dedicaríamos a estar en familia o con amigos. Si nos fuimos a la casa de alguien en la tarde y se hizo de noche nos toca quedarnos a dormir allá porque no podríamos volver a casa ya que no veríamos nada.

Tendríamos que saber hablarle a todo el mundo para preguntar por las noticias o hechos de actualidad o sino viviríamos sólo con nuestra vida sin saber de nada más. Tendríamos que transportarnos en bicicleta y a pie, e incluso a caballo cuando tengamos prisa, ya que no habrían carros ni buses. Y si tenemos amigos en otras ciudades usaríamos cartas como se hacía antes. Imagínense cuánto dinero y hojas gastaríamos enviando correspondencia, y cuánto no caminaríamos y pedalearíamos para visitar a algún amigo o para saber de él. Nos veríamos obligados a tener un círculo de amigos un poco reducido. Para poder comer helado y cosas de ese tipo tendríamos que ir a un lugar donde de verdad se congelen las cosas, así que el helado sería un privilegio. Casi no viajaríamos por el cansancio que nos daría al caminar tanto o pedalear, así que nos quedaríamos en la ciudad aguantando calor o frío.

Si queremos salir con alguien debemos ir a su casa y 'verlo' para invitarlo a algún lado; y si no están pues volver a casa e ir luego y aplazar todos los planes. Sería algo complicado. Pero si no tenemos televisión ni nada de esas cosas que ocupan nuestro tiempo, buscaríamos algo qué hacer. Muchas personas leerían, dibujarían o harían algo entretenido. Las noches serían más silenciosas porque no habrían carros, ni equipos de música, ni televisores ni nada, así que las noches serían de reflexión.

Si se acabara la energía eléctrica, yo sería feliz, completamente feliz. Podría ir a la casa de las personas que más quiero y quedarme en la noche ya que no podría irme, y estar ambos viendo la luna y las estrellas, disfrutando de la oscuridad a cada instante. Viviría más despreocupado y estaría en contacto con las personas que tengo cerca y que me importan y no más. Si no hubiera energía eléctrica mi vida sería sencilla, y me podría escuchar de verdad. Así sería con todos. Tendríamos más sed de conocer las cosas.

Para una hermana estrella.

Golpeo la mesa esperando que me responda,
pero las copas no pueden gritar.
Mi inconsciente me da choques para ver,
pero el pegante ya se secó en la orilla
y por más que trate el agua que había en el rio,
el cristal siguió con su vida y en ese camino
corrió desesperado, abandonando a su fiel estrella.

La almohada colgada de sus brazos

se libera del llanto y de lo que fue diariamente
y me mira con los ojos cerrados, para que yo,
lance mi mente a la pared y vuelva
a todas las noches que me preceden.

Los bufones aparecen virtuosos

y sus risas hacen que el desierto vuelva
a ser el prado que es, el prado del que ayer,
obtuve un girasol para contemplar en la oscuridad.
Ella me habla pero su voz no tiene fuerza,
se cansó de acostarse en el mismo lecho.

Ha corrido tanto que no puede soportar

volver al mismo inicio sin un final,
y volver a recorrer para lograr lo que siempre logrará.
Pero su camino tiene una treta,
llegar a una meta que no es su inicio,
que volará y en el mismo lecho dormirá.

El tiempo dejó de respirar,

y aún observo, en la oscuridad,
cómo la estrella no vuelve
y se pierde de su cielo,
llegando a un cielo que no es propio.

Ni mi cielo ni mi tierra son propios,

no son míos pero tampoco de él,
son de la estrella que corrió
son de la estrella que voló
son de la estrella que murió.
Pero no lo cuido, no soy yo.

Y el arrepentimiento llega diario,

ella es una crédula, porque ama,
él no la deja abrir sus ojos,
él no la deja escuchar al río.
Las hermanas de la difunta hablan
pero es inútil su utilidad, él gana.

Y si el vidrio no permite pasar el aire

la lluvia no trabaja más,
no puedo sentir mi obra,
y mis recuerdos no logran tocarme.
Corro y grita, lo grito y cierra los ojos.
Sus muros atestiguan la tortura.

Se repite y se repite, volviendo,

Gritando y corriendo de nuevo,
porque el sendero no se escucha,
el río llegó al mar, y el cristal no logró salir
sino que se enamoró de la arena
y no desea alejarse de ella,
no piensa flotar y volver a iniciar, paró.

Sus extremidades ya no funcionan,

y no llega a la meta que en la lluvia soñó,
la almohada danzó con la noche y yo,
yo muero, porque él me ganó.

Acostada en su bañera.

Acostada en su bañera, mirando al techo.

“¿Cómo pudo?” Pensaba ella. “¡Fueron momentos tan maravillosos!”. Seguía pensando. Ella, desdichada, así como se siente una diminuta planta que acaba de florecer en medio de una inesperada tempestad que arrasa con toda la belleza existente, y convierte el paisaje en un escenario deprimente, que apaga la felicidad y ésta es remplazada con odio y preocupación. Así se sentía ella. Había vivido, para ella, los mejores meses de su vida. En ese tiempo la conoció, y tuvo el valor de decirle lo que nunca le había dicho a nadie, porque sintió la seguridad de que también era como ella, que podía desnudar todos sus pensamientos y más profundos secretos frente a ella, y que ella los sepultaría.

“¡Estaba tan segura!”. Se gritaba a sí misma. Ella le juró amor eterno, después de confesarle todo lo que tenía que confesarle, y ella, no se sentía segura. Ella esperó paciente su respuesta. Su respuesta fue la que la llenó de esperanzas, de ilusiones aparentemente irrompibles, pero que eran tan frágiles como cada copo de nieve que caía al otro lado de la pared de donde ella se encontraba.

Era el momento más decepcionante y entristecedor que alguien pudiera contemplar, considerando lo que a ella le había acontecido. “¡¿Por qué?! ¡¿Cómo puede ser una mentira?! ¡Le demostré todo lo que sentía por ella!” Gritaba ella. Estaba totalmente desconcertada, así como lo está una persona al observar a un felino con ansias de bañarse. Ella le entregó todo su afecto, le entregó sus pensamientos, sus palabras, y aún más importante, su cuerpo.

“¡Me usó! ¡Esa perra asquerosa!” Ella, su más grande confidente, a quien le había entregado todos sus sentimientos, a quien le entregó su cuerpo, aunque fuera una vez, fue quien la hizo sentirse amada, y fue quien le hizo creer que ella en realidad la amaba. Ella, en la bañera, comprendió que todo fue una farsa. Fue usada como un simple instrumento de entretenimiento, como lo es un simple juego de cricket o ajedrez, nada serio.

“¡Un simple experimento!” Gritó ella, prorrumpiendo en llanto. Lo que ella le hizo no tenía perdón. Tomó provecho de su confianza. Fue usada como una rata de laboratorio, para fines personales, tomando provecho de todos sus sentimientos, como si éstos fueran un trapo, que se podía usar, ensuciar, lavar y reutilizar. “¡No soy eso!” Dijo ella.

Cada segundo que transcurría era una eternidad, parecía que el agua no saliera del grifo. Ella, encontrada en tal depresión, que no existía poder humano o inhumano que la pudiera sacar de tal pozo de brea que la tenía completamente consumida, y solo ella misma podía escaparse de aquel helado infierno en el que estaba sumergida. Aquella bañera infernal, se volvía más fría y más fría cada momento. Ella, aún no sabía qué hacer.

Sentía el dolor de haber sido usada y desechada por aquella alma que la había engañado, haciéndose pasar por alguien como ella, que la entendía, que sabía por lo que pasaba, y más importante aún, que la amaba. Se sentía decepcionada, así como una madre de los resultados académicos de su hijo, deprimida, como un parque durante una borrasca en un día de primavera. Sentía amor y odio hacia ella. Amor, porque aunque había exprimido su corazón hasta convertirlo en una flor marchita, aunque se había aprovechado de su cuerpo, y después, negó el amor que supuestamente sentía por ella, ella aún la amaba, porque no podía olvidar todo lo que había vivido con ella, aún cuando todo fue el disfraz de sus verdaderos propósitos.

Todas aquellas apasionadas caricias, interminables besos, esas palabras que llenaban de seguridad y felicidad cada una de las venas que ahora se congelaban en la bañera, la habían hecho sentirse amada como nunca, y le habían brindado la satisfacción que ella esperaba de ella, aunque hubiera descubierto el verdadero rostro detrás de esa expresiva máscara, y no fuera el rostro que ella había imaginado, y que en ese momento, mientras estaba en la bañera, tenía su mente completamente convencida de que así era.

Ella, acostada en la bañera, mirando al techo. El agua la cubría casi por completo. Decidió levantarse un poco, de manera que su cabeza, su pecho y sus brazos sobresalieran. El dolor que sentía por lo que le habían hecho la había consumido, y esa era la solución que ella halló. “¡Así te amo!”. Dijo, antes de cumplir con la acción que la solución requería. En aquella noche, aquella helada noche, su cuerpo, blanco y suave, se volvió mucho más blanco de lo que podía ser. Su cabello, de un rojo intenso como el de la gólgota, se mezcló con la tinta roja contenida en la bañera, y ésta se esparció por todo el piso del baño. Su corazón dejó de latir.