martes, 23 de noviembre de 2010

Cenizas enterradas y regadas.

En una biografía se pueden encontrar cosas interesantes, lo raro es que siempre encontramos esas cosas, y tal vez eso es lo que anima a una persona a hacer una autobiografía. Hay algo qué contar, y eso es bueno. Y como la vida de Frank McCourt es tan interesante y tan dramática, pues es lógico que escribiera la primera parte de su vida en Las Cenizas de Ángela.

Las Cenizas de Ángela relata precisamente eso, las cenizas de Ángela Sheehan, una Irlandesa nacida en Limercik, un pueblo conocido mundialmente por su religiosidad, situado a orillas del Río Shannon, el asesino río que terminó por matar a los gemelos Eugene y Oliver, y que casi mata a Ángela. ¿Por qué cenizas? Porque son sus hijos sus cenizas, son lo que queda de ella. En el libro nos enfocamos en la vida de Frank, que es el hermano mayor, y es el que cuida a todos sus hermanos hasta que ya no están, desde Nueva York hasta Limerick y por todos los callejones en los que vivieron debido a su condición económica. El autor narra de una manera tan trágica y desgarradora la vida del mismo y de su familia, así como la de la miserable sociedad irlandesa durante principios del siglo XX y durante la Segunda Guerra Mundial, pero hablaré solo del libro en esta ocasión. Frank es nacido en América, pero su madre es de la Irlanda independizada, sin embargo su padre Malachy McCourt es un Irlandés del Norte, aún unido a Inglaterra, sin embargo él no es partidario de eso, por esa razón huyó a América para ser un borracho que gastaría el dinero de su salario semanal y dejaría sin un solo penique a sus hijos para la alimentación de todos ellos.

En América tenemos a Frank, y Malachy un año menor, y a Eugene y Oliver, sin contar a la pequeña Margaret que murió a las pocas semanas sin ser bautizada. En Irlanda tenemos a Michael tras la muerte de Oliver, y a Alphie un tiempo después de la muerte de Eugene, sobreviviendo sólo estos 4 hermanos, que salen hacia adelante después de que su padre se ha ido a trabajar en una fábrica a Inlgaterra, y jamás mandar dinero, siendo su madre obligada a adquirir ayuda pública y caridad de la Fundación San Vicente de Paúl.

Recorremos las llevadas al parque del edificio en Nueva York, las caminatas hacia la San Vicente de Paúl, las aventuras faltando a la Escuela de Leamy, las comuniones y confirmaciones, y cada visita a la abuela y a las taberns a buscar a su padre o a pedir víveres a la abuela y a la tía Aggie. Frank McCourt nos muestra sus infinitos encuentros cn increibles personajes como el señor Timoney, el tío Pa Keating, la señora Finucane o el señor O' Halloran, y los diferentes trabajos y affaires por los que pasó tanto Frank, como sus hermanos y su familia.

Frak McCourt, además de hablar de su vida, nos habla de la vida de muchas personas y nos ubica en un mundo y en un momento desagradable y miserable de la sociedad irlandesa, y nos muestra lo difícil que fue para cada uno de ellos continuar con vida y con un poco de orgullo y dignidad en una sociedad tan religiosa y tan traumada con la historia, cuyas repercusiones impidieron a los personajes realizar muchísimas cosas, así como los obligó a hacer muchas otras.

El libro en sí es una capitulación de la vida de un hombre que añoraba una mejor vida, que anhelaba vivir de nuevo el recuerdo de su felicidad, y dejar la tristeza de primero, para transmitirla a su familia, por reemplazar a su propio padre y salir hacia adelante con todas sus fuerzas y a como de lugar cada situación. Las Cenizas de Ángela es una lección de vida y un testimonio de que cuando las cosas están mal, se pueden poner peor, pero también mejor.

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