Golpeo la mesa esperando que me responda,
pero las copas no pueden gritar.
Mi inconsciente me da choques para ver,
pero el pegante ya se secó en la orilla
y por más que trate el agua que había en el rio,
el cristal siguió con su vida y en ese camino
corrió desesperado, abandonando a su fiel estrella.
La almohada colgada de sus brazos
se libera del llanto y de lo que fue diariamente
y me mira con los ojos cerrados, para que yo,
lance mi mente a la pared y vuelva
a todas las noches que me preceden.
Los bufones aparecen virtuosos
y sus risas hacen que el desierto vuelva
a ser el prado que es, el prado del que ayer,
obtuve un girasol para contemplar en la oscuridad.
Ella me habla pero su voz no tiene fuerza,
se cansó de acostarse en el mismo lecho.
Ha corrido tanto que no puede soportar
volver al mismo inicio sin un final,
y volver a recorrer para lograr lo que siempre logrará.
Pero su camino tiene una treta,
llegar a una meta que no es su inicio,
que volará y en el mismo lecho dormirá.
El tiempo dejó de respirar,
y aún observo, en la oscuridad,
cómo la estrella no vuelve
y se pierde de su cielo,
llegando a un cielo que no es propio.
Ni mi cielo ni mi tierra son propios,
no son míos pero tampoco de él,
son de la estrella que corrió
son de la estrella que voló
son de la estrella que murió.
Pero no lo cuido, no soy yo.
Y el arrepentimiento llega diario,
ella es una crédula, porque ama,
él no la deja abrir sus ojos,
él no la deja escuchar al río.
Las hermanas de la difunta hablan
pero es inútil su utilidad, él gana.
Y si el vidrio no permite pasar el aire
la lluvia no trabaja más,
no puedo sentir mi obra,
y mis recuerdos no logran tocarme.
Corro y grita, lo grito y cierra los ojos.
Sus muros atestiguan la tortura.
Se repite y se repite, volviendo,
Gritando y corriendo de nuevo,
porque el sendero no se escucha,
el río llegó al mar, y el cristal no logró salir
sino que se enamoró de la arena
y no desea alejarse de ella,
no piensa flotar y volver a iniciar, paró.
Sus extremidades ya no funcionan,
y no llega a la meta que en la lluvia soñó,
la almohada danzó con la noche y yo,
yo muero, porque él me ganó.
pero las copas no pueden gritar.
Mi inconsciente me da choques para ver,
pero el pegante ya se secó en la orilla
y por más que trate el agua que había en el rio,
el cristal siguió con su vida y en ese camino
corrió desesperado, abandonando a su fiel estrella.
La almohada colgada de sus brazos
se libera del llanto y de lo que fue diariamente
y me mira con los ojos cerrados, para que yo,
lance mi mente a la pared y vuelva
a todas las noches que me preceden.
Los bufones aparecen virtuosos
y sus risas hacen que el desierto vuelva
a ser el prado que es, el prado del que ayer,
obtuve un girasol para contemplar en la oscuridad.
Ella me habla pero su voz no tiene fuerza,
se cansó de acostarse en el mismo lecho.
Ha corrido tanto que no puede soportar
volver al mismo inicio sin un final,
y volver a recorrer para lograr lo que siempre logrará.
Pero su camino tiene una treta,
llegar a una meta que no es su inicio,
que volará y en el mismo lecho dormirá.
El tiempo dejó de respirar,
y aún observo, en la oscuridad,
cómo la estrella no vuelve
y se pierde de su cielo,
llegando a un cielo que no es propio.
Ni mi cielo ni mi tierra son propios,
no son míos pero tampoco de él,
son de la estrella que corrió
son de la estrella que voló
son de la estrella que murió.
Pero no lo cuido, no soy yo.
Y el arrepentimiento llega diario,
ella es una crédula, porque ama,
él no la deja abrir sus ojos,
él no la deja escuchar al río.
Las hermanas de la difunta hablan
pero es inútil su utilidad, él gana.
Y si el vidrio no permite pasar el aire
la lluvia no trabaja más,
no puedo sentir mi obra,
y mis recuerdos no logran tocarme.
Corro y grita, lo grito y cierra los ojos.
Sus muros atestiguan la tortura.
Se repite y se repite, volviendo,
Gritando y corriendo de nuevo,
porque el sendero no se escucha,
el río llegó al mar, y el cristal no logró salir
sino que se enamoró de la arena
y no desea alejarse de ella,
no piensa flotar y volver a iniciar, paró.
Sus extremidades ya no funcionan,
y no llega a la meta que en la lluvia soñó,
la almohada danzó con la noche y yo,
yo muero, porque él me ganó.
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