Sería bastante extraño hacer un dibujo y que otras personas lo noten como otra cosa. Bueno, en realidad no lo es, simplemente son visiones vagas de la realidad, del concepto y del contenido de las mentes. ¿Por qué dicen que los viejos se parecen mucho a los niños? Medité con El Principito de Antoine de Saint-Exupéry, el piloto y escritor francés que desapareció un día de la faz de la tierra, y luego se supo que fue abatido por otro avión durante un vuelo, sesenta años después de su muerte. El libro, a pesar de ser una historia infantil, no es tan infantil del todo, ó, de hecho, siguiendo el concepto que obtenemos de un niño al terminar la obra, nos damos cuenta que lo más sabio y maduro que podemos obtener, lo obtenemos de un niño o de un viejo.
El niño en el libro se convierte en la persona más sabia del universo, ejemplificada en el principito, un personaje simpático que hace preguntas todo el tiempo y hace sus comentarios intrigantes y profundos, aunque superficialmente insignificantes, y que no permite que una pregunta formulada por él, quede sin respuesta.. El principito recorre bastantes asteroides y planetas, sólo con el fin de hacer burla de las personas adultas; personas complicadas y que se creen superiores, mayores y sabios, al haber vivido más y al parecer ya ‘saber lo que quieren’, pero el principito, con su risa y sonrisa tan simpáticas, nos hace caer en cuenta de que, sólo un niño, sabe lo que quiere, un niño no sencillo, y no necesita tantas complejidades existenciales para descubrir qué quiere en un momento determinado. Un niño sabe qué tiene qué hacer, sabe para dónde va, y lo espera todo con ansiedad. Un niño sonríe y es bueno.
Es increíble cómo un libro infantil nos da una lección tan fuerte, que nos aterriza y que de una u otra forma insulta a aquellas personas que por creerse adultas, se considera mayores y superiores en todos los sentidos con respecto a los niños, y que son éstos los que deben aprender de ellos. En este punto podemos llegar a pensar que tal vez, sólo tal vez, en el transcurso de nuestra vida y de nuestro paso por el mundo, vamos perdiendo esa madurez y capacidad para saber qué queremos, somos arrastrados por el mundo en el que vamos creciendo y nos perdemos como el cristal en el mar. Sería oportuno citar ‘El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe’ de nuestro amigo Jean-Jacques Rousseau, ya que nacemos sabiendo lo qué queremos, o es que, ¿un niño duda cuando dice que quiere una figura de acción o un helado de chocolate y sólo chocolate? Conforme vamos desarrollando nuestras habilidades intelectuales, ‘abrimos’ nuestra mente a nuevas posibilidades para elegir entre más sabores de helado llegando al punto de pedir un helado de dos sabores que simplemente no combinan. El hombre vive su vida con dudas y sin saber realmente lo que quiere o para dónde va, y cuando llega a la etapa senil de su vida, vuelve a ser un niño, recapacita mentalmente, y se da cuenta de qué es lo que quiere en realidad.
El Principito nos expresa eso en absolutamente todas las formas, y nos enseña el valor de conocer y de la propiedad, de diferenciar y de no ser indiferentes, y nos muestra que, las rosas no son lo mismo que su rosa. Así que prefiero mi cielo, a cielo.

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