viernes, 31 de diciembre de 2010

La última tanda.

Como ya se acaba este año, pero inicia otro, desearía entregar mi última tanda de escritos. Y como ando con Neruda, pues Neruda será.


Recibamos año nuevo, siendo nuevos, o tal vez volviendo.

Aquella Luz

Esta luz de çceylán me dio la vida,
me dio la muerte cuando yo vivía,
porque vivir adentro de un diamante
es solitaria escuela de enterrado,
es ser ave de pronto transparente,
araña que hila el cielo y se despide.

Esta luz de las islas me hizo daño,
me dejó para siempre circunspecto
como si el rayo de la miel remota
me sujetara al polvo de la tierra.

Llegué más extranjero que los pumas
y me alejé sin conocer a nadie
porque tal vez me trastornó los sesos
la luz occipital del paraíso.
(La luz que cae sobre el traje negro
y perfora la ropa y el decoro,
por eso desde entonces mi conflicto
es conservarme cada día desnudo.)

No entenderá tal vez el que no estuvo
tan lejos como yo para acercarse
ni tan perdido que ya parecía
un número nocturno de carbones.

Y entonces sólo pan y sólo luz.

Luz en el alma, luz en la cocina,
de noche luz y de mañana luz
y luz entre las sábanas del sueño.
Hasta que amamantado de este modo
por la cruel claridad de mi destino
no tengo más remedio que vivir
entre desesperado y luminoso
sintiéndome tal vez desheredado
de aquellos reinos que no fueron míos.

Las redes que temblaban en la luz
siguen saliendo clara del océano.

Toda la luz del tiempo permanece
y en su torre total el medio día.

Ahora todo me parece sombra.












Mareas

Crecí empapado en aguas naturales
como el molusco en fósforo marino:
en mí repercutía la sala rota
y mi propio esqueleto construía.
Cómo explicar, casi sin movimiento
de la respiración azul y amarga,
una a una las olas repitieron
lo que yo presentía y palpitaba
hasta que sal y zumo me formaron:
el desdén y el deseo de una ola,
el ritmo verde que en lo más oculto
levantó un edificio transparente,
aquel secreto se mantuvo y luego
sentí que yo latía como aquello:
que mi canto crecía con el agua.
Para terminar, algo a la  mente.

La luz de Sotchi

En Sotchi tanta luz se desbordó
que fuera de la copa estalla y cae:
el mar no puede contener sus rayos
y una paz de reloj cuelga del cielo
hasta que como un élitro marino
desarrolla la ola su ejercicio
en plena castidad de piedra y agua,
mientras continuo sol, continua sal
se tocan como dos dioses desnudos.

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