¿Qué puede ocurrir en una sala de espera mientras se espera el turno? En realidad nada. ¿Por qué? Porque no hay nada que hacer. Ya quisiéramos todos llegar al consultorio y entrar inmediatamente a la consulta sin tener que esperar y perder tiempo banalmente viendo a las demás personas perder el tiempo al igual que nosotros. Pero afortunadamente lo perdemos, ya que se pueden encontrar personas aburridas e interesantes en una sala de espera.
Siempre llegan niños al consultorio, ya sea a recibir la consulta, o porque van con sus padres ya que no los dejan quedar en la casa. Y nos vemos a nosotros mismos cuando éramos más pequeños y acompañábamos a nuestros padres al doctor o ellos nos acompañaban. Y es divertido que hay un niño gordo, muy gordo, sentado en una silla esperando su turno, y uno flaquito y pequeñito correteando por todos lados hasta que las piernas se vuelven tramposas y no hacen caer el piso. Nos sentamos en el piso porque dicen que así uno recibe la energía de la tierra. Pero no entiendo cómo se recibe la energía de la tierra cuando hay una capa de baldoza, de cemento, alcantarillado y otras cosas que a la escaza edad de 5 o 6 años no tenemos ni idea que existen, y pensamos que estamos tocando tierra firme. Bueno, quedamos en la tierra, y miramos a nuestros alrededor haciendo rotación sobre nuestro eje, y nos ivertimos y seguimos viendo a nuestro alrededor, siendo impulsados por nuestras manos, y sacamos la lengua y sonreimos y hacemos muecas hasta que nos cansamos y paramos, y al fin, vemos al niño gordo que es muy cachetón, pero nosotros no lo somos. Empezamos como típico a intentar vernos como él, soplando con la boca cerrada para volvernos cachetones; así que solo podemos imitar su rostro, ya que es imposible soplar para todo el cuerpo y parecer gordo, porque no podemos aunque quisieramos como en los dibujos animados y salir volando saludando a todas las personas, tocar las nubes y estar con las aves, ó sino rebotar como una pelota haber quién nos atrapa. Bueno, eso puede pasar.
Crecemos y unos años después vamos de nuevo al doctor y presenciamos el espectáculo, y sólo sonreímos. Y siempre está la mamá con el hijo pequeño que habla muy fuerte y que desea sentarse en una caja con contenido no identificado, y que se mete los dedos a la nariz, la mamá lo regaña y le dice que lo que hay en la nariz es mugre y que si uno se lo mete a la boca se le pudre la lengua y los dientes se le ponen negros. Pero luego descubrimos y nos asombramos al saber que es un mecanismo de defensa de nuestro cuerpo, para protegernos de infecciones. Y como en ese momento no lo sabemos, le creemos a nuestra mamá porque ella es más grande y por consiguiente es más inteligente que nosotros, pero después descubrimos que para ser más inteligente no hay que ser más viejo que los demás. Pasamos por el oso de que nuestra madre y una mujer entrometida nos diga 'come-mocos', y que seamos el centro de entretenimiento de la sala de espera. Pero no podemos hacer nada.Así siempre nos vemos y eso encontramos cuando vamos al doctor. Nos encontramos a nosotros mismos en una sala de espera, compartimos pasados que son el presente de otros, y sonreímos de ver que las cosas desde otro punto de vista son mucho más bonitas y agradables. Tal vez la gente no le tiene miedo a ir al doctor. Tal vez le tienen miedo a la sala de espera. Tal vez le tienen miedo a encontrarse con su pasado, y a ver las cosas desde la silla de otro paciente que espera su turno.
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