Hay días que pasan y gritan. Gritan porque los dejas rociados de escarcha corporal, y es algo que los deja ardiendo en una mente afligida y distraída, que siempre logra robar sonrisas. Hay días que son escarchados, y otros no. A veces simplemente debes dejar que el río corra, y lanzarte a él como tu gran amado junto con piedras en los bolsillos para jamás alejarte de ese amor incondicional y constane. Deberíamos ir juntos.
Qué? Sí? Bueno, ya lo sabía. Compraremos caramelos y los comeremos juntos escuchando una de las tantas canciones que te he dicho que escuches y que te digo que son para tí. Porque son para tí, y para muchas personas más, aunque a las demás personas otros les dicen que son para ellas. Me pregunto qué canción será para mí. Ah sí, eres mi alma gemela. Si quieres me acompañas, o yo te acompaño. De todas formas no dire nada, si tú tampoco dices nada. La confianza no es algo que se gana, sino algo que se siente y que se percibe. Hay gente que no percibe muy bien las cosas. Ese lío ya no es mío.
Te invitaré a comer y la pasaré muy bien contigo; te entregaré una carta y me iré corriendo para que la leas a solas, y leas ese ''Gracias'' inmenso que he escrito en tinta de colores solamente para tí, y que no soy capaz de decirlo, porque prefiero que lo leas, y no ver tu reacción, pero sí imaginarla. Me gustaría llevarte a ese sitio que aún no encuentro pero que sé que existe, y decirte ''Hey, I'm your soul sister'', y cerrar los ojos y esperar un beso tuyo. sería espectacular que saliera un arco iris con escaleras y caminar juntos hacia una playa con un mar azucarado, porque todo debería ser dulce, y más contigo. Reiría siempre nadaría junto con sirenas de cabellos rizados y nos dormiríamos cuando el sueño nos asesinara, juntos, con la playa como nuestra cama.
Y como he dicho que me importas, y me enfoqué en tí, prefiero terminar ahora esto para no decir más, e irme a bailar con esa música que me dices que es mía, pero es nuestra, porque soy tu alma hermana. Correré y gritaré esta ausencia que siento y presiento. Esta ausencia de soledad.
domingo, 30 de enero de 2011
miércoles, 26 de enero de 2011
Grabaciones permitidas.
Mis manos tiemblan y corren. Corren y me hacen correr. Porque ando en un universo paralelo a mis sentimientos. Ahora las calles son de flores marchitas y mi comida me ruega que no me la coma. Pero debo. Los cigarrilos son de muchos colores y con muchos estados de ánimo. Las personas ahora se saludan en la calle y son muy amigables en conjunto. Y solos, son como siempre: Así. Sí, así.
Voy a ir a comprar un ponqué de madera color dorado porque mi habitación ahora sí que está sola, está perdida y debo encontrarla. Y qué mejor que un ponqué de madera dorada para atraer a tu coraza junto a tí. Se siente celestial tocar tu almohada después de que tu cabeza solo toca el viento y nada más. Es como ir volando. Si volar fuera divertido las aves nunca tocarían tierra, pero se aburren y por eso se posan en un árbol en cualquier sitio. Quisiera poder recoger las flores que son de la calle y sembrarlas donde nadie las pise, y poner música con ellas y bailar, fumarme uno que otro cigarrillo para reflexionar un poquito sobre por qué la luna es tan aguafiestas y no baja a bailar y a fumar. Ese no ees su trabajo. Pero debería tener vacaciones.
Es muy chevere cuando te sientas a charlar con la luna de no sé dónde, a reir y a comer helado, fumar un cigarrillo y hasta quedar ebrios. Y luego terminar besando a la luna y acostándome con ella parra despertar en soledad como siempre. Bueno, no ha pasado, pero me imagino que debe ser chevere. Pero yo creo que nosotros juntos pues es habrá de ser mejor. Soñar es bonito pero cuando se sueña despierto. Así vivimos el sueño y no tenemos que despertar queriendo volver a soñar eso y estar bien. Es que esos universos son conflictivos. Mi mente y mi bestia no son amigos. Solo cabe decir que la bestia es grande. No sé qué es, pero es bestia, muy bestia. Mi mente es mi mente, eso es. Y ni modo de ponerlos juntos porque es como decirle a un perro que baile tango con un hipopótamos en un barco que navega en el desierto, mientras yo los filmo. Divertido. No. Vamos.
Le diré que un abrazo es bonito. Le compraré un ponqué con flores, y le diré que tiene mucho encanto, aunque no lo tenga, pero lo tiene. Esa forma de callar gritando es muy bonita y me hacer querer abrir su boca a la fuerza para sacarle una sonrisa grandísima y yo poder decir que lo sabía. Vamos. Ay vamos. Yo sé que sí. Pues porque yo soy así, creo. Exacto: Así.
Voy a ir a comprar un ponqué de madera color dorado porque mi habitación ahora sí que está sola, está perdida y debo encontrarla. Y qué mejor que un ponqué de madera dorada para atraer a tu coraza junto a tí. Se siente celestial tocar tu almohada después de que tu cabeza solo toca el viento y nada más. Es como ir volando. Si volar fuera divertido las aves nunca tocarían tierra, pero se aburren y por eso se posan en un árbol en cualquier sitio. Quisiera poder recoger las flores que son de la calle y sembrarlas donde nadie las pise, y poner música con ellas y bailar, fumarme uno que otro cigarrillo para reflexionar un poquito sobre por qué la luna es tan aguafiestas y no baja a bailar y a fumar. Ese no ees su trabajo. Pero debería tener vacaciones.
Es muy chevere cuando te sientas a charlar con la luna de no sé dónde, a reir y a comer helado, fumar un cigarrillo y hasta quedar ebrios. Y luego terminar besando a la luna y acostándome con ella parra despertar en soledad como siempre. Bueno, no ha pasado, pero me imagino que debe ser chevere. Pero yo creo que nosotros juntos pues es habrá de ser mejor. Soñar es bonito pero cuando se sueña despierto. Así vivimos el sueño y no tenemos que despertar queriendo volver a soñar eso y estar bien. Es que esos universos son conflictivos. Mi mente y mi bestia no son amigos. Solo cabe decir que la bestia es grande. No sé qué es, pero es bestia, muy bestia. Mi mente es mi mente, eso es. Y ni modo de ponerlos juntos porque es como decirle a un perro que baile tango con un hipopótamos en un barco que navega en el desierto, mientras yo los filmo. Divertido. No. Vamos.
Le diré que un abrazo es bonito. Le compraré un ponqué con flores, y le diré que tiene mucho encanto, aunque no lo tenga, pero lo tiene. Esa forma de callar gritando es muy bonita y me hacer querer abrir su boca a la fuerza para sacarle una sonrisa grandísima y yo poder decir que lo sabía. Vamos. Ay vamos. Yo sé que sí. Pues porque yo soy así, creo. Exacto: Así.
martes, 25 de enero de 2011
Gritando ruido.
Hoy estoy caminando en un circo grande, bonito y vacío. Pero te encontré. Tal vez el vacío es sólo una impresión. Voy a buscar a un perro para hablarle al oído aunque tenga buen oído, y le diré qué tiene que decirte, porque no me gusta hablarle a un elefante que piensa como avestruz muda. Vale aclarar que yo soy humano. O pues ese es el concepto que creé de mí. Los demás son una partida de ciegos por decir que no. Yo sé que soy un humano. Ellos saben que soy una flor metida dentro de un gorila juguetón.
Anoche estoy prendiendo unos fuegos pirotécnicos y los pongo a quemar el cielo haber si queman las estrellas. Pero son tan lentos y perezosos que nunca llegan y me quedo con las ganas de saber qué ocurriría si un fuego pirotécnico tocara una estrella. ¿Y si te tocara a tí? Bueno pero no eres estrella. Eres..., bueno, se me olvidó.
Te construiré un caminito de piedras brillantes para que cuando mires al suelo pienses que aún miras hacia arriba, y que las estrellas te siguen. Si te sales del caminito me veré obligado a ir por una pala a enterrar un animal raro mientras me tomo un tinto, porque no puedo fumar, tomar tinto, y enterrar a un ocni (objeto caminante no identificado) en el patio de la casa de mi vecino. En mi casa no porque prefiero el olor natural.
Mañana compraré un peluche muy bonito para que me recuerde a esas ranas moradas que se asfixiaban de nerviosismo cuando las mirábamos y nos reíamos diciendo que eran bonitas, cuando sólo eran tiernas. Aquellos tiempos que nunca han pasado. Iremos caminando tu y yo cogidos de la mano como en una historia de amor, solo que yo te entierro por salirte del camino que dedicadamente hice para tí. Por eso me iré corriendo a comprarte flores para ver si vuelves a tu camino con un arco iris de la tierra. Es que quiero poner al cielo en el suelo. No soy zoofílico pero, te quiero animal.
Anoche estoy prendiendo unos fuegos pirotécnicos y los pongo a quemar el cielo haber si queman las estrellas. Pero son tan lentos y perezosos que nunca llegan y me quedo con las ganas de saber qué ocurriría si un fuego pirotécnico tocara una estrella. ¿Y si te tocara a tí? Bueno pero no eres estrella. Eres..., bueno, se me olvidó.
Te construiré un caminito de piedras brillantes para que cuando mires al suelo pienses que aún miras hacia arriba, y que las estrellas te siguen. Si te sales del caminito me veré obligado a ir por una pala a enterrar un animal raro mientras me tomo un tinto, porque no puedo fumar, tomar tinto, y enterrar a un ocni (objeto caminante no identificado) en el patio de la casa de mi vecino. En mi casa no porque prefiero el olor natural.
Mañana compraré un peluche muy bonito para que me recuerde a esas ranas moradas que se asfixiaban de nerviosismo cuando las mirábamos y nos reíamos diciendo que eran bonitas, cuando sólo eran tiernas. Aquellos tiempos que nunca han pasado. Iremos caminando tu y yo cogidos de la mano como en una historia de amor, solo que yo te entierro por salirte del camino que dedicadamente hice para tí. Por eso me iré corriendo a comprarte flores para ver si vuelves a tu camino con un arco iris de la tierra. Es que quiero poner al cielo en el suelo. No soy zoofílico pero, te quiero animal.
sábado, 22 de enero de 2011
Cenizas cansadas.
Corro entre las cenizas del cielo
Es hora de pintar las plantas
Vistiendo un delantal de hielo
Y despertar las muertes tantas
Tumbar las piedras fúnebres
De tantos jueves calientes
En un jarrón de copos
Que solo rompen y corrompen mis lentes
Es hora de festejar
Es hora de volar
Y lanzar los restos
Entre alma y humo
Entre alma y humo
Vamos a arrastrar cuerdas
Con libros de cristal estampados
En cada huella que nombramos
Con nuestros pies cansados
Es hora de festejar
Es hora de volar
Y lanzar los restos
Entre alma y humo
Roe el silencio entre tus pensamientos
Entre alma y humo!
Es hora de pintar las plantas
Vistiendo un delantal de hielo
Y despertar las muertes tantas
Tumbar las piedras fúnebres
De tantos jueves calientes
En un jarrón de copos
Que solo rompen y corrompen mis lentes
Es hora de festejar
Es hora de volar
Y lanzar los restos
Entre alma y humo
Entre alma y humo
Vamos a arrastrar cuerdas
Con libros de cristal estampados
En cada huella que nombramos
Con nuestros pies cansados
Es hora de festejar
Es hora de volar
Y lanzar los restos
Entre alma y humo
Roe el silencio entre tus pensamientos
Entre alma y humo!
Surrounded.
Trying to kill inside. Trying to go inside. Trying to run away from the ground. The sky is always trying to escape, to find a new way of making people smile, and throw them to an unseen circle of silence, because noise is not here. Well, I guess so. At least you are here, so maybe there is noise. Oh no! Wait, I am the noise. Are you my echo?
I can’t feel the creak of the stars that chase me like I was a murderer. I am not. I guess I am not. You didn’t kill the outside, but the inside. I can see your organs completely sutured and burnt and turned into sparks. The sparks I see in this moment. I see you.
I’d like to find a new tree to know that other trees exist. I don’t own that certainty yet. I would like to create another spark circle made of chalk. I want to scream and say it’s not you. But it’s you. It’s your inside. My inside is now destroyed. Lend me yours, please.
jueves, 20 de enero de 2011
Promesas pintadas.
Abro los ojos y me encuentro en una callejuela oscura, con una luz naranja iluminando el asfalto. Arriba está la luna, y llena por supuesto, aunque quisiera tenerla abajo para patearla y entretenerme mientras camino. Veo un gato. No. Es una mariposa. Bueno no. La verdad es una jirafa. Y me mira con esos ojos de 'Hola, quieres que te ayude?'', aunque yo no conozco esos ojos, y además están demasiado arriba y lejos así que no los veo, porque soy bajo. Pero me miró con esos ojos desconocidos. Y era verde. Tal vez era por la luz, como si el color de la luz y el de su piel fueran témperas y se mezclaran en ese pelaje alargado para dar otro color, es decir verde. Salió corriendo.
No sabía que las jirafas tuvieran alas, y mucho menos las verdes con luz naranja, pero bueno. Cada jirafa verá si quiere tener alas o no. Y no como las gallinas, voló! Quedé boquiabierto así que saqué una banca de mi bolsillo y encontré un cigarrillo encendido y esperé. Es que cuando uno ve a una jirafa verde volando es mejor esperar para ver a dónde se va. Y se fue. Se fue muy arriba. Demasiado arriba.
Las jirafas son jirafas porque no son como los humanos. Ella me trajo la luna, arrastrándola con un látigo y cadenas. Pobre luna que vino hasta donde yo estaba sentado para dejar que yo la pateara mientras reanudaba mi trayecto. Esperen! ¡¿Para dónde voy?! Ah sí, para allá. Gracias mi amor. Debería darte un beso sensual como aquellos, pero no te los doy, porque prefiero intercambiar una mirada contigo, y hacer que imagines todo lo que tu quieras, porque es más bonito imaginar muchas cosas, ya que todo sale exactamente como lo queremos, y, para colmo, perfecto. Si lo hacemos no queda perfecto y pensaremos, ''salió mejor en mi mente'', pero así son las cosas. Iré por unos cigarrillos y unos dulces.
Me pintaré a mí mismo en un pedazo de servilleta. Pero no tengo espejo así que me imaginaré, y me dibujaré para tí, para que me recuerdes y sonrías. Dibujaré unos ojos como los míos con una mirada como la mía cuando te miro, para que mires los ojos de servilleta así como miras los ojos que pintan a los de servilleta. Te daré una colilla de cigarrillo, solo para que la guardes, y recuerdes que la saliva que queda aún ahí, salió de la boca que te daba besos cariñosos y fuertes. Hasta que te fuiste.
Te fuiste. Te fuiste. Te fuiste, y te volviste a ir. Y me quedo yo solo en un callejón, el callejón que caminábamos siempre; el callejón en el que nos besábamos, nos abrazábamos; el callejón en el que fumábamos y bebíamos lo que quisiéramos; el callejón en el que decíamos lo que pensábamos; el callejón en el que mirábamos la luna y brillaban nuestros ojos al verla y al vernos y sentirnos juntos; el callejón por el que salíamos caminando muchas noches juntos. Tu y yo. Yo y tu. Ahora salgo solito fumando y sentado pateando una luna que me trajo una jirafa voladora de color verde a la que no le puedo ver los ojos. Espero también estés haciendo eso también, para hacerlo juntos.
No sabía que las jirafas tuvieran alas, y mucho menos las verdes con luz naranja, pero bueno. Cada jirafa verá si quiere tener alas o no. Y no como las gallinas, voló! Quedé boquiabierto así que saqué una banca de mi bolsillo y encontré un cigarrillo encendido y esperé. Es que cuando uno ve a una jirafa verde volando es mejor esperar para ver a dónde se va. Y se fue. Se fue muy arriba. Demasiado arriba.
Las jirafas son jirafas porque no son como los humanos. Ella me trajo la luna, arrastrándola con un látigo y cadenas. Pobre luna que vino hasta donde yo estaba sentado para dejar que yo la pateara mientras reanudaba mi trayecto. Esperen! ¡¿Para dónde voy?! Ah sí, para allá. Gracias mi amor. Debería darte un beso sensual como aquellos, pero no te los doy, porque prefiero intercambiar una mirada contigo, y hacer que imagines todo lo que tu quieras, porque es más bonito imaginar muchas cosas, ya que todo sale exactamente como lo queremos, y, para colmo, perfecto. Si lo hacemos no queda perfecto y pensaremos, ''salió mejor en mi mente'', pero así son las cosas. Iré por unos cigarrillos y unos dulces.
Me pintaré a mí mismo en un pedazo de servilleta. Pero no tengo espejo así que me imaginaré, y me dibujaré para tí, para que me recuerdes y sonrías. Dibujaré unos ojos como los míos con una mirada como la mía cuando te miro, para que mires los ojos de servilleta así como miras los ojos que pintan a los de servilleta. Te daré una colilla de cigarrillo, solo para que la guardes, y recuerdes que la saliva que queda aún ahí, salió de la boca que te daba besos cariñosos y fuertes. Hasta que te fuiste.
Te fuiste. Te fuiste. Te fuiste, y te volviste a ir. Y me quedo yo solo en un callejón, el callejón que caminábamos siempre; el callejón en el que nos besábamos, nos abrazábamos; el callejón en el que fumábamos y bebíamos lo que quisiéramos; el callejón en el que decíamos lo que pensábamos; el callejón en el que mirábamos la luna y brillaban nuestros ojos al verla y al vernos y sentirnos juntos; el callejón por el que salíamos caminando muchas noches juntos. Tu y yo. Yo y tu. Ahora salgo solito fumando y sentado pateando una luna que me trajo una jirafa voladora de color verde a la que no le puedo ver los ojos. Espero también estés haciendo eso también, para hacerlo juntos.
martes, 18 de enero de 2011
Días cortos y encajados.
Los gritos y los susurros son lo mismo porque igual son llamados. Pero el grito es fuerte y envalentado, mientras que el susurro es débil y tímido; se cierra en los más profundo de su eco, si es que llega a tener eco, para decir un simple 'sí'. Pero es que ese 'no!' es demasiado fuerte y preferimos alejarnos, salir corriendo y meternos a nuestra habitación a pensar si corrimos lo suficiente o si debemos escapar más lejos o más rápido. Bueno el hecho es que la fuerza no cambia nada.
Anoche te divisé entre un barco de cartón que no absorbía agua, y que flotaba como si fueran flores bailando en el fuego para no ser quemadas. Te veía en lo más allto como un colibrí queriendo tocar acordeón en medio de un bosque desértico. Y yo te veía. Tus ojos color arco iris, diría yo, porque no conozco el color de tus ojos, aunque los haya visto muchas veces así fuera para huir a tu mirada cortante y preguntona. Esa mirada de niño pequeño que quiere saber todo, pero que su papá nunca le dice nada, o nunca le dice la verdad; porque siempre se inventa unicornios y pájaros invisibles que ladean su cuerpo y lo transportan a un Marte en la tierra, y en la baldosa que está pisando, o, en su defecto, la tierra que está pisando. Y no podía dormir.
Y como la adulación es la mayor forma de insultar a alguien, te digo que eres lo que siempre esperé y lo que siempre quise encontrar. Eres exactamente el ave que quisiera extirpar con una pala; y eres el libro que me induciría a inestimables excitaciones mentales para brindarme el temor de voltear la página para sentir más estupor en mi cuerpo. Eres esa sinfonía que me haría bailar y soñar despierto, mientras corro, canto, grito y bailo, solo para mí. Pero como soy honesto, no lo eres.
Esa flor de la naciste que luego pisaste, quemaste y orinaste, es lo que yo ahora consumo, porque la sobras y cenizas de algo destrozado son tan exquisitas que nadie quisiera probarlas. Pero yo las pruebo por intentar algo nuevo. Y ahora se me únen a esta habladuría dos princesas con pieles rojas, iris plateado y cabello de girasol, para bailar conmigo sobre los árboles que ya no dan frutos, porque el baile hace florecer cada espina con la que atravesaríamos a las personas que más apreciamos, porque lo merecen. No es que la personas que queremos sean las peores persona con nosotros, no, solo que debe ser bonito atravaesar con espinas a alguien cercano, y sentirr la culpa de que uniste a la naturaleza a alguien que no es tú. Pero asi pasa muchas veces.
Solo quiero decir que aunque me hago más grande y viejo, bueno no tan grande, sigo queriendo jugar con mariposas con cachos para que me hagan correr cuando me rocen las extremidades, y poder llegar a un bosque color plateado, y distinguir entre ellos a aquellas señoritas sensualmente espeluznantes que me conducirán a un jardín de espinas dorsales coloreadas con tiza para que yo descubrra si saben a caramelo, o a hígado de petirrojo. Pero bueno, eso será después. Mientras espero el día, comeré pastel con sabor a pastel, y no con sabor a tierra, amapola o tulipán.
Anoche te divisé entre un barco de cartón que no absorbía agua, y que flotaba como si fueran flores bailando en el fuego para no ser quemadas. Te veía en lo más allto como un colibrí queriendo tocar acordeón en medio de un bosque desértico. Y yo te veía. Tus ojos color arco iris, diría yo, porque no conozco el color de tus ojos, aunque los haya visto muchas veces así fuera para huir a tu mirada cortante y preguntona. Esa mirada de niño pequeño que quiere saber todo, pero que su papá nunca le dice nada, o nunca le dice la verdad; porque siempre se inventa unicornios y pájaros invisibles que ladean su cuerpo y lo transportan a un Marte en la tierra, y en la baldosa que está pisando, o, en su defecto, la tierra que está pisando. Y no podía dormir.
Y como la adulación es la mayor forma de insultar a alguien, te digo que eres lo que siempre esperé y lo que siempre quise encontrar. Eres exactamente el ave que quisiera extirpar con una pala; y eres el libro que me induciría a inestimables excitaciones mentales para brindarme el temor de voltear la página para sentir más estupor en mi cuerpo. Eres esa sinfonía que me haría bailar y soñar despierto, mientras corro, canto, grito y bailo, solo para mí. Pero como soy honesto, no lo eres.
Esa flor de la naciste que luego pisaste, quemaste y orinaste, es lo que yo ahora consumo, porque la sobras y cenizas de algo destrozado son tan exquisitas que nadie quisiera probarlas. Pero yo las pruebo por intentar algo nuevo. Y ahora se me únen a esta habladuría dos princesas con pieles rojas, iris plateado y cabello de girasol, para bailar conmigo sobre los árboles que ya no dan frutos, porque el baile hace florecer cada espina con la que atravesaríamos a las personas que más apreciamos, porque lo merecen. No es que la personas que queremos sean las peores persona con nosotros, no, solo que debe ser bonito atravaesar con espinas a alguien cercano, y sentirr la culpa de que uniste a la naturaleza a alguien que no es tú. Pero asi pasa muchas veces.
Solo quiero decir que aunque me hago más grande y viejo, bueno no tan grande, sigo queriendo jugar con mariposas con cachos para que me hagan correr cuando me rocen las extremidades, y poder llegar a un bosque color plateado, y distinguir entre ellos a aquellas señoritas sensualmente espeluznantes que me conducirán a un jardín de espinas dorsales coloreadas con tiza para que yo descubrra si saben a caramelo, o a hígado de petirrojo. Pero bueno, eso será después. Mientras espero el día, comeré pastel con sabor a pastel, y no con sabor a tierra, amapola o tulipán.
domingo, 16 de enero de 2011
La tortura ahora es cariñosa.
En la antigüedad, y a lo largo de toda la historia, se ha querido torturar totalmente a los seres humanos, de una u otra manera, ya sea incinerando o resquebrajando lentamente a sus víctimas; a través de una tortura rápida, o de una tortura y muerte lenta y dolorosa, que la crucifixión posible de Jesucristo es una acción excitante a comparación de otros métodos de asesinato y de tortura para otros seres humanos.
La separación de cada una de las extremidades del cuerpo fue una de las más interesantes atracciones, y nos hace notar que incluso en la antigüedad los métodos de tortura y de homicidio eran retos a la medicina y a la tecnología moderna, ya que no solo era estirar el cuerpo de la víctima hasta que se separara, sino que era separar los ligamentos primero, o separar los huesos primero, los cuales se supone que sean más fuerte que los ligamentos. Pero no siempre. Todo depende de la tensión que se le aplique al cuerpo y en qué cantidad con qué frecuencia. Así lo muestra el potro de tortura, que fácilmente rompía los huesos, pero dejaba que los ligamentos se estiraran, pero que no se rompieran.
La incineración de personas fue famosa en Roma, en los innumerables anfiteatros durante muchas festividades a los largo de la historia, en los que se disfrutaba de la tortura humana, así como ahora nos entretenemos en un cine, un concierto o en una obra de teatro. Los emperadores y gobernantes de roma creaban festivales de tortura y se dedicaban a quemar totalmente a las personas. Se las envolvían en telas con líquidos inflamables se les prendía fuego que generaba una bola de fuego brillante y ardiente durante sesenta segundos y nos mostraba un espectáculo bastante agonizante y único ahora, pero que antes era como oír a un perro ladrar.
Algo muy famoso fue el uso de los látigos para llegar incluso a desgarrar parte de los huesos de las víctimas y de los condenados durante el apogeo del Imperio Romano, y mucho después durante la inquisición y en otras empresas que incluían el uso del látigo antes de cumplir una sentencia de muerte. El látigo escorpión fue el más fatal de todos. Ya que no era solamente un gancho, sino que eran muchos más, que no creaban una incisión de un centímetro de longitud, sino muchas de ellas en un solo latigazo, lo que generaba que el cuerpo sangrara más, y más rápidamente, e incrementara el dolor que obtenía el torturado.
La pera de tortura, fue usada para generar un infarto al sentenciado, a través de una pera, formada por cuatro pétalos, que se introducía en la boca de la víctima, lo que por su fuerza generaba que se lastimaran algunos dientes, y al abrirse los pétalos, se iniciaba a desencajar los dientes y luego la mandíbula totalmente, generando una hipoxia, que en unos minutos de indescriptible sufrimiento, se generaba un paro cardíaco, generando, valga la redundancia, la muerte del sentenciado.


Nos damos cuenta de que prácticamente es posible desaparecer en menos de una semana a veinte mil personas, sin necesidad de bombas o cosas por el estilo. Kirra, fue desaparecida en su totalidad en pocos días en el 654 a.C. Para llegar a Delfos, famosa, rica y cultural, la más sencilla forma para llegar al lugar, era a través del puerto del Kirra, y como se crearon una especie de impuestos y restricciones, se pidió ayuda a Apolo, y lo que podría dar un dios sería tierra estéril, hijos deformes o epidemias terribles que acabaran con Kirra. Pero no, se envenenó a todo el pueblo, a través del río Pleistos, envenenando con Heléboro, una planta tóxica, que en cierta dosis, desapareció a veinte mil personas, por venganza. El río logró en horas un nivel de toxicidad altísimo, y suficiente para acabar con tantas personas, y al poder filtrarse en el agua, sólo fue necesario beberla y contribuir a la masacre. Una masacre verdaderamente despiadada. Un genocidio bioquímico de bastante admiración para el tiempo en el que ocurrió. Un juego sucio y griego, lo cual es prohibido ahora, por lo que se prefieren bombardeos diarios a armas biológicas.
El siglo XVI, fue una época de grandes fabricaciones de modelos de máquinas destructoras, que fueron usadas, así como otras no lo fueron. Podemos corroborar la existencia de máquinas infernales, que lograban mecanismos autoinflamables, creando los primeros ‘sobres-bomba’ de la historia, y otras formas de atentado y máquinas homicidas camufladas. Los paquetes bomba fueron creados por personas bastante inteligentes. Una manera bastante malvada de asesinar a una persona. Una forma de destruir totalmente la cara del receptor del ‘regalo’.
Innumerables formas de destrucción, asesinato y tortura han existido a lo largo de la historia, y sin duda, aquellas prácticas fueron más brutales en la antigüedad, ubicándonos en donde queramos ubicarnos. Pero siempre convergeremos en el mismo punto. Personas avanzadas en el estudio de la anatomía, la biología, la química, la fisiología, personas bastante creativas y sofisticadas, fueron las que crearon estas espeluznantes y macabras formas de acabar con la vida de sus semejantes, para gozo, venganza o simplemente destrucción. El hombre no ha avanzado mucho después de todo, solo edita lo que ya ha escrito; actualiza y adapta todo a su propia época.
Darse cuenta.
Es increíble el infinito número de situaciones en las que nos damos cuenta de eso, y más increíble aún es la forma de darnos cuenta. ¿Por qué tenemos que llorar para darnos cuenta? ¿Por qué debemos perderlo para descubrir que lo necesitamos? ¿Por qué debemos enojarnos y alejarnos para darnos cuenta? Claro, dirán que porque es así cómo debemos darnos cuenta, pero no. Yo, la verdad, preferiría darme cuenta riéndome a carcajadas hasta no poder más con un buen amigo, mientras nos tomamos una cerveza y nos fumamos unos cuantos cigarrillos; darme cuenta mientras veo uno de mis programas favoritos; darme cuenta cuando salgo a bailar con mis amigos y a pasarla bien; o darme cuenta cuando me como mi plato favorito. Pero tengo que ser como los demás y darme cuenta cuando me embriago hasta el punto que me doy cuenta, como si quisiera embriagarme solo para llegar al punto de darme cuenta de las cosas, porque es que tal vez, y sólo tal vez, cuando llegamos al máximo punto de ebriedad al que podemos llegar, somos más conscientes de algo que no queremos reconocer estando sobrios. Dejamos el orgullo, la decencia y esas cosas atrás, y nos damos cuenta. Cuando nos vamos a acostar y pensamos en ello, y nos sentamos a llorar hasta que ya preferimos no hacerlo para no hacer ruido, nos damos cuenta. Ya no hay ira ni hay indiferencia. Pareciera que el llanto fueran todas esas palabras que quisimos decir en el momento apropiado, pero no las dijimos por miedo a ceder o a expresar algo que el orgullo dijo que era mejor no expresar si antes alguien no lo expresaba.
Ahora pregunto: ¿Por qué en esas situaciones sí nos damos cuenta? Pues que porque en esos estados es cuando estamos libres de presión y podemos decir las cosas cuando queramos y como queramos, y nos podemos dar cuenta más fácil. Yo digo que es porque cuando uno sufre y se siente incómodo y llega al punto de tener que recurrir a eso, es cuando uno se da cuenta de eso, y de que vale demasiado como para darse cuenta viendo televisión, bailando, o tomándose una cerveza con un amigo. Pero de todas formas prefiero esas situaciones para darme cuenta.
Sólo puedo decir: Tranquilo, aún no sé de qué me he dado cuenta.
viernes, 7 de enero de 2011
Consultas perdidas.
Hay muchas personas que dicen que le temen a los doctores. Pues yo no. No por eso soy valiente, pero soy de los muchos que van a recibir un simple o complicado diagnóstico en un día de ocio y que no hace uno absolutamente nada más. Pues he ido al doctor.
¿Qué puede ocurrir en una sala de espera mientras se espera el turno? En realidad nada. ¿Por qué? Porque no hay nada que hacer. Ya quisiéramos todos llegar al consultorio y entrar inmediatamente a la consulta sin tener que esperar y perder tiempo banalmente viendo a las demás personas perder el tiempo al igual que nosotros. Pero afortunadamente lo perdemos, ya que se pueden encontrar personas aburridas e interesantes en una sala de espera.
Siempre llegan niños al consultorio, ya sea a recibir la consulta, o porque van con sus padres ya que no los dejan quedar en la casa. Y nos vemos a nosotros mismos cuando éramos más pequeños y acompañábamos a nuestros padres al doctor o ellos nos acompañaban. Y es divertido que hay un niño gordo, muy gordo, sentado en una silla esperando su turno, y uno flaquito y pequeñito correteando por todos lados hasta que las piernas se vuelven tramposas y no hacen caer el piso. Nos sentamos en el piso porque dicen que así uno recibe la energía de la tierra. Pero no entiendo cómo se recibe la energía de la tierra cuando hay una capa de baldoza, de cemento, alcantarillado y otras cosas que a la escaza edad de 5 o 6 años no tenemos ni idea que existen, y pensamos que estamos tocando tierra firme. Bueno, quedamos en la tierra, y miramos a nuestros alrededor haciendo rotación sobre nuestro eje, y nos ivertimos y seguimos viendo a nuestro alrededor, siendo impulsados por nuestras manos, y sacamos la lengua y sonreimos y hacemos muecas hasta que nos cansamos y paramos, y al fin, vemos al niño gordo que es muy cachetón, pero nosotros no lo somos. Empezamos como típico a intentar vernos como él, soplando con la boca cerrada para volvernos cachetones; así que solo podemos imitar su rostro, ya que es imposible soplar para todo el cuerpo y parecer gordo, porque no podemos aunque quisieramos como en los dibujos animados y salir volando saludando a todas las personas, tocar las nubes y estar con las aves, ó sino rebotar como una pelota haber quién nos atrapa. Bueno, eso puede pasar.
Crecemos y unos años después vamos de nuevo al doctor y presenciamos el espectáculo, y sólo sonreímos. Y siempre está la mamá con el hijo pequeño que habla muy fuerte y que desea sentarse en una caja con contenido no identificado, y que se mete los dedos a la nariz, la mamá lo regaña y le dice que lo que hay en la nariz es mugre y que si uno se lo mete a la boca se le pudre la lengua y los dientes se le ponen negros. Pero luego descubrimos y nos asombramos al saber que es un mecanismo de defensa de nuestro cuerpo, para protegernos de infecciones. Y como en ese momento no lo sabemos, le creemos a nuestra mamá porque ella es más grande y por consiguiente es más inteligente que nosotros, pero después descubrimos que para ser más inteligente no hay que ser más viejo que los demás. Pasamos por el oso de que nuestra madre y una mujer entrometida nos diga 'come-mocos', y que seamos el centro de entretenimiento de la sala de espera. Pero no podemos hacer nada.
Así siempre nos vemos y eso encontramos cuando vamos al doctor. Nos encontramos a nosotros mismos en una sala de espera, compartimos pasados que son el presente de otros, y sonreímos de ver que las cosas desde otro punto de vista son mucho más bonitas y agradables. Tal vez la gente no le tiene miedo a ir al doctor. Tal vez le tienen miedo a la sala de espera. Tal vez le tienen miedo a encontrarse con su pasado, y a ver las cosas desde la silla de otro paciente que espera su turno.
¿Qué puede ocurrir en una sala de espera mientras se espera el turno? En realidad nada. ¿Por qué? Porque no hay nada que hacer. Ya quisiéramos todos llegar al consultorio y entrar inmediatamente a la consulta sin tener que esperar y perder tiempo banalmente viendo a las demás personas perder el tiempo al igual que nosotros. Pero afortunadamente lo perdemos, ya que se pueden encontrar personas aburridas e interesantes en una sala de espera.
Siempre llegan niños al consultorio, ya sea a recibir la consulta, o porque van con sus padres ya que no los dejan quedar en la casa. Y nos vemos a nosotros mismos cuando éramos más pequeños y acompañábamos a nuestros padres al doctor o ellos nos acompañaban. Y es divertido que hay un niño gordo, muy gordo, sentado en una silla esperando su turno, y uno flaquito y pequeñito correteando por todos lados hasta que las piernas se vuelven tramposas y no hacen caer el piso. Nos sentamos en el piso porque dicen que así uno recibe la energía de la tierra. Pero no entiendo cómo se recibe la energía de la tierra cuando hay una capa de baldoza, de cemento, alcantarillado y otras cosas que a la escaza edad de 5 o 6 años no tenemos ni idea que existen, y pensamos que estamos tocando tierra firme. Bueno, quedamos en la tierra, y miramos a nuestros alrededor haciendo rotación sobre nuestro eje, y nos ivertimos y seguimos viendo a nuestro alrededor, siendo impulsados por nuestras manos, y sacamos la lengua y sonreimos y hacemos muecas hasta que nos cansamos y paramos, y al fin, vemos al niño gordo que es muy cachetón, pero nosotros no lo somos. Empezamos como típico a intentar vernos como él, soplando con la boca cerrada para volvernos cachetones; así que solo podemos imitar su rostro, ya que es imposible soplar para todo el cuerpo y parecer gordo, porque no podemos aunque quisieramos como en los dibujos animados y salir volando saludando a todas las personas, tocar las nubes y estar con las aves, ó sino rebotar como una pelota haber quién nos atrapa. Bueno, eso puede pasar.

Así siempre nos vemos y eso encontramos cuando vamos al doctor. Nos encontramos a nosotros mismos en una sala de espera, compartimos pasados que son el presente de otros, y sonreímos de ver que las cosas desde otro punto de vista son mucho más bonitas y agradables. Tal vez la gente no le tiene miedo a ir al doctor. Tal vez le tienen miedo a la sala de espera. Tal vez le tienen miedo a encontrarse con su pasado, y a ver las cosas desde la silla de otro paciente que espera su turno.
miércoles, 5 de enero de 2011
Amaneceres ciegos.
Hay cosas que simplemente no se pueden ocultar. Otras, prefiero dejarlas a al intemperie. Pero sé que siempre habrá algo al acecho y las destruirá, se las llevarás y raptará como un pequeño animal, para convertirlo en su mascota.
Cada día que pasa es como una puerta más, y otra habitación más. Es que definitivamente uno hace muchas cosas en un día. ¿Cómo decirle a un tigre que vuele como mariposa? Es que ni los canguros pueden hablar italiano. Mucho menos yo puedo estar quieto. Pero bueno, no es el hecho de qué me mueva alborotado, sino qué hago cuando me muevo. Ni perdón puedo pedir. No soy mudo pero es que no puedo.
Los atardeceres son bonitos cuando se ven con amigos, pero mucho más majestuosos y especiales cuando se observan con un pedazo de peluche de felpa que hace que cada rayo de sol entre en nuestros ojos y ese rayo pasa por todo nuestro cuerpo y lo devuelve por el otro, y queda uno atontado porque ve el atardecer con un bicho grande que habla y uno feliz de la pelota que por un momento especial. Momento especial es cuando uno tiene la oportunidad de tomar unos cuantos tragos de más y lograr besarse con un amigo con el que uno sabe que jamás pasaría nada pero que sería espectacular que ocurriera, y no hablar de ello por temor a aceptar que fue bonito. Prefiero ir a fumarme un cigarrillo color arco iris y tirarle una moneda a un carro para comprar gasolina.
Pero lo importante no es la gasolina, es la parcela y el cultivo que tenemos allí. Es incómodo tener que ir diario a revisar que todo esté bien. ¿Es que acaso no existen las vacaciones? Hasta los problemas deberían tomarse un tiempo para descansar y dejar de trabajar tanto que ni horas extras les pagan. De hecho ni les pagan.
Quisiera ver la noche junto a un disfraz de Winie the Pooh que fume, que se embriague, que sea inteligente y que le encante escuchar música y leer poesía como yo, para no tener que complicarme más la vida en querer hacer que un pez toque guitarra o que a un árbol le de por comer gente haber si hay menos sobrepoblación. Pero creo que esas personas disfrazadas que quisieran ver las estrellas burlarse de mi infortunio sólo están en mi imaginación y me llega el deseo de que se pudiera pasar lo que hay en la imaginación a la triste realidad. Pero por supuesto que no se puede, no quiero imaginar cosas tristes.
Cada día que pasa es como una puerta más, y otra habitación más. Es que definitivamente uno hace muchas cosas en un día. ¿Cómo decirle a un tigre que vuele como mariposa? Es que ni los canguros pueden hablar italiano. Mucho menos yo puedo estar quieto. Pero bueno, no es el hecho de qué me mueva alborotado, sino qué hago cuando me muevo. Ni perdón puedo pedir. No soy mudo pero es que no puedo.
Los atardeceres son bonitos cuando se ven con amigos, pero mucho más majestuosos y especiales cuando se observan con un pedazo de peluche de felpa que hace que cada rayo de sol entre en nuestros ojos y ese rayo pasa por todo nuestro cuerpo y lo devuelve por el otro, y queda uno atontado porque ve el atardecer con un bicho grande que habla y uno feliz de la pelota que por un momento especial. Momento especial es cuando uno tiene la oportunidad de tomar unos cuantos tragos de más y lograr besarse con un amigo con el que uno sabe que jamás pasaría nada pero que sería espectacular que ocurriera, y no hablar de ello por temor a aceptar que fue bonito. Prefiero ir a fumarme un cigarrillo color arco iris y tirarle una moneda a un carro para comprar gasolina.
Pero lo importante no es la gasolina, es la parcela y el cultivo que tenemos allí. Es incómodo tener que ir diario a revisar que todo esté bien. ¿Es que acaso no existen las vacaciones? Hasta los problemas deberían tomarse un tiempo para descansar y dejar de trabajar tanto que ni horas extras les pagan. De hecho ni les pagan.
Quisiera ver la noche junto a un disfraz de Winie the Pooh que fume, que se embriague, que sea inteligente y que le encante escuchar música y leer poesía como yo, para no tener que complicarme más la vida en querer hacer que un pez toque guitarra o que a un árbol le de por comer gente haber si hay menos sobrepoblación. Pero creo que esas personas disfrazadas que quisieran ver las estrellas burlarse de mi infortunio sólo están en mi imaginación y me llega el deseo de que se pudiera pasar lo que hay en la imaginación a la triste realidad. Pero por supuesto que no se puede, no quiero imaginar cosas tristes.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)