sábado, 29 de septiembre de 2012

El Traicionero


Cinco de la mañana. Cinco y treinta de la mañana. Son las seis en punto y programo la alarma para que suene en tres minutos mientras abro bien los ojos. Ya son las seis y treinta y la clase es a la siete. Me levanto de la cama corriendo hacia el baño mientras me lamento por dormir treinta minutos tan placenteros.

Como toda la semana madrugo y trasnocho, el jueves es cuando la sábana llora por mi ausencia. Tengo que apresurarme porque el profesor de esa clase llama a lista y no puedo reprobar Periodismo por faltas. El cuerpo ya está exhausto por el trajín, así que mientras voy a la universidad sin desayunar digo “Apenas llegue a casa, me acuesto para reponer sueño”. Dicho y hecho, después de dormitar en el pupitre hasta las diez voy a mi casa y ya no tengo sueño.

Entre divagar en el computador, escuchar música y hacer intentos fallidos por leer y hacer trabajos, duermo cinco minutos y me levanto para dormir otros cinco. Así, hasta la una. Almuerzo, me voy a clase y me propongo tomarme un tinto al salir para luego irme a casa a estudiar. Sí, me tomo el tinto con algunos amigos y me fumo unos cigarrillos. Converso y expreso innumerables veces que no he dormido bien y que tengo sueño, como todos los jueves.

Sin embargo, no me voy a la casa. Es jueves, y preciso hay un evento interesante, un cumpleaños, alguien con ánimos de consumir licor o algo que implica llegar tarde a casa. Como al siguiente día no tengo clases, digo “Mañana duermo hasta tarde y recupero el sueño”. Arribo a casa en un intervalo de las once de la noche y dos de la mañana. Escucho música, reviso redes sociales, me fumo un cigarrillo, organizo la habitación, aclaro, sin sueño.

Me acuesto el viernes y me despierto ese viernes muchas horas después. La rutina de fin de semana se lleva a cabo hasta las primeras horas del domingo. Y esos días, incluyendo los restantes de la semana, digo “Me voy a acostar temprano para alcanzar a dormir y no estar tan cansado el jueves”.

Aún así, renuncié inconscientemente a esta empresa, pues por más cansado que esté, por muy poco que haya dormido o por más obligaciones que tenga, el jueves mis energías corporales me traicionarán y volverán a mí con fuerza apenas presientan acción. De esta manera, estoy condenado a vivir mis días académicos bajo el manto del cansancio, y el resto de días, con vigilia interminable y energías desbordantes.

Ya sea por exceso de trabajo, por procrastinar, por salir demasiado, la cuestión es que trasnocho y madrugo. Y para colmo, los jueves me conocen tan bien que me hacen la jugada sucia. Como conocen mi casi nula resistencia hacia los placeres dionisíacos, me hacen pasar inicio de día con lentitud y letargo, pero me voltean el sartén y me ponen a bailar. Aún así, me ha ido bien y no me arrepiento. Después de todo, caer en el placer y levantarse no es algo perjudicial para la salud.

jueves, 12 de julio de 2012

Soltando el lastre.

Hola, pero generalmente es "ve, ¿cómo vas?". De llevar viviendo en Popayán cerca de un año y seis meses, me hago consciente de que los modismos que utilizo para hablar se han transformado. Sin embargo, estos se han acoplado al contexto en el que me encuentro. Por muy multicultural o intercultural que pueda ser esta ciudad de paredes blancas y desórdenes clandestinos, predomina lo regional y he sido permeado por esta bacteria social.

Me remito a iniciar esta narración con un sencillo 'Hola', pues estoy saludando de nuevo la escritura libre e impulsada por voluntad propia. Esto no quiere decir que en los últimos meses no haya escrito, pero escribí por deber, por una obligación ligada a intereses personales donde predominaba la imposición. Resulta desmotivador querer ser periodista cuando te hacen perder el gusto por escribir una noticia o conseguir un entrevistado, sino que el resultado inicial, y que abarca mayores emociones durante el proceso, es ser reacio a querer desempeñarse como periodista.

Estos meses dije que no quería dedicarme nunca al periodismo noticioso. Tal vez haría una que otra entrevista, pero romanceada, y crónicas para conseguir dinero y mantenerme, tal y como muchos autores latinoamericanos de renombre utilizan la crónica. Todo esto, si me quedara a vivir en Latinoamérica, pues este uso de la crónica va más para nuestro contexto. En otro lado, tal vez me dedicaría a escribir columnas de opinión, ensayos literarios y cosas de este talante, además de empezar con verdadero empeño la producción de mi libro de cuentos, el cual espero publicar algún día.

Sin embargo, apartándome de mis proyecciones para un futuro incierto y lleno de aristas, expreso mi regocijo al poder escribir evidenciando que soy yo quien escribe este texto. La objetividad es tan posible como que mi mamá desee volver a parir un niño muerto, así que me siento más cómodo haciendo clara esa subjetividad en los textos. Precisamente eso es lo que no me animó nunca a escribir noticias, a pesar de mejorar mi redacción considerablemente en el transcurso de mi curso de periodismo, pues el hecho de dar la impresión de imparcialidad, pero sin serlo nunca, implica cierto tinte de mentira un poco despreciable. Desde que me di cuenta de esta realidad respecto a la noticia, afirmo que no quiero que mi sustento económico dependa de escribir noticias para periódicos efímeros. 

Tengo claro que deseo trascender, y muy posiblemente como redactor de noticias no lo lograré nunca. La crónica me permitirá perpetuarme por más tiempo, pero el cuento es lo que me mueve el piso y me produce erecciones. Que de escribir no se puede vivir. Bueno, hay muchas personas que han dicho lo contrario y además lo han materializado satisfactoriamente. Así que, concluyo, no escribiré noticias con motivos laborales, solo académicos y exclusivamente para saber cómo se escribe noticia.

Si algo me han enseñado los últimos meses respecto al ejercicio de escribir, es que es más grato escribir sin prestar atención a la reacción de los lectores, siempre y cuando uno se sienta bien. El problema es cuando hay que tener en cuenta la reacción del lector y más cuando es un profesor de periodismo, quien es escritor y periodista, además de ser estricto al calificar y de eso depende la continuidad normal de la carrera. Prefiero graduarme en cinco años y no en seis, para tener más tiempo de estudiar otras cosas, pero seguir ejerciendo la escritura.

Por ahora, me resta dedicarme a unas merecidas vacaciones. Leeré la cantidad tan desproporcionada de libros que compré, producto del deseo frustrado de leer y escribir lo que quisiera, además de intentar suprimir la procrastinación de la cotidianidad de mis días. Escribiré textos como este, espero que más seguido, ya que por fin me desahogué de lo que me agobió por cuatro meses de mi existencia, y los enviaré a revistas y periódicos virtuales para saber si soy el único que se siente así. Espero que no. Ahora solo me espera el siguiente curso de periodismo. 

miércoles, 30 de mayo de 2012

Mañanitas.

Mañanitas es la primera en llegar, pero siempre llega corriendo en puntillas de tal forma que nadie la ve ni la escucha. Los pasillos son sus cómplices diarios y hasta el momento no la han delatado en lo absoluto. Mañanitas sigue siendo Mañanitas, y así la quieren todos. Siempre llega de primera y no se va a dormir sino que hace que ha madrugado a realizar sus actividades cotidianas. Luego, después de almorzar, decide dormir hasta que se despierte, vuelve a salir y regresa en puntillas por los pasillos de la casa.

A Mañanitas la conocí en una fiesta en la que yo ya estaba un poco ebrio, mientras que ella estaba un poco tímida. Ella me lanzó miradas y sonrisas pero nunca me habló. Entre canciones y cigarrillos yo veía a Mañanitas hacer lo suyo lentamente. Tras muchos tragos y un pase propiciado por Mañanitas, terminé en la cama con ella. Nunca habló, yo siempre me quejé. Yo siempre disfruté. A Mañanitas no la encontré cuando desperté, puesto que se había ido a su casa a pasar en puntillas por los pasillos y a hacer que madrugaba a realizar sus actividades cotidianas.

En todo lado aparece y arma recuerdos maravillosos, pero siempre se va cuando nadie se da cuenta. A Mañanitas la he disfrutado en varias ocasiones. En otras simplemente la veo odiosa y un poco rígida, pero así son sus días. No fuma mucho porque los cigarrillos se le acaban rápido y cuando no tiene no hay quién le venda o le regale. No la gusta andar emperifollada sino desarreglada y fresca. A Mañanitas le encantan los tennis y las botas para no hacer ruido cuando camina en puntillas por los pasillos de la casa.

Hace mucho tiempo no la veo. Me he resistido, he de confesar, a su cuerpo bello y natural. Me he resistido a despertar y no verla a mi lado. Me he resistido a gozármela sin límite. Pero a ella no le importa. Ella sigue bailando y regresando a casa a repetir el ritual de todos los días. Mañanitas tiene monotonía y dinamismo intercalados en su jornada y al parecer así lo disfruta. Tengo que tomarme unas cerveza con Mañanitas en estos días.

domingo, 6 de mayo de 2012

La despedida descargada.

Quiero decirle que lo he olvidado. Quiero decirle que la tinta no desaparece con borrador. Quiero contarle, pero esta vez desde lejos, que el tiempo ha logrado su cometido, y nos ha mantenido siempre lejos, bajo algunas excepciones. Las sonrisas tienen color cicatriz en estos momentos y los recuerdos tienen tonos sepias, los cuales se conservarán hasta siempre.

Como dice Manu Chao, "Ya estoy curado, anestesiado, ya me he olvidado de tí. Hoy me despido, de tu ausencia, ya estoy en paz". Ya no hay dolor, no hay tristeza. Cada esfuerzo sacado por mis hombros dolidos y rasgados para lograr un encuentro a nulos centímetros, acompañados de llantos y sonrisas que hasta el momento no puedo olvidar, han pasado a ser solo una fotografía vieja y atestada de moho. Su ausencia ha dejado de ser un martirio para mis noches y sus indiferencias se han convertido en las indiferencias típicas de un transeúnte cualquiera. 

Las mentiras murieron y se enterraron solas. Ahora soy viudo de ellas, pero vivo feliz en la ebriedad, las letras y el erotismo. Sus reprobaciones sobre mis comportamientos ya me tienen sin cuidado, porque siempre haré lo que me atrae y no lo que usted considere correcto. Las preocupaciones respecto a sus consideraciones ya dejaron de existir porque ahora soy yo el indiferente. Si fumo hierba hasta sentir el peso del mundo sobre mí, o si consumo licor en cantidades desmesuradas, son de mi incumbencia, y más de mi incumbencia explícita, es si estoy en la cama con alguien o muchos alguien a la vez. 

Todo suena como cuando uno le dice a los papás que ya uno verá qué hace porque uno es grande, pero es algo más o menos así. Me he desatado de sus cadenas, de sus sentimientos, de sus besos falsos y de sus palabras percudidas. Ahora me siento libre. El vino me terminará de curar y una sonrisa bailará conmigo hasta el amanecer. 

Puedo decirle gracias a usted por la sonrisas puras que me creó, a pesar de la escasez de valor de sus palabras, pero eso ya es irrelevante para mis pensamientos. Me sigo comiendo las uñas sin nadie que esté reprochándome los comportamientos que son efecto de mi ansiedad. Sigo fumando cigarrillo sin que me hagan mala cara porque así me quieren. Puedo amanecer, puedo beber, puedo dormir y puedo andar en estas calles tristes sin que me recriminen desde la lejanía. Puedo dejar de soportar llantos por amores pasados, producto de sus malos actos. Ya no tengo que lidiar con niños pequeños.

Todo este momento triunfal para mi ideología es como haber abortado a un hijo no deseado, que al principio decidí dar a luz con resignación, pero estuve a tiempo de botarlo a la caneca. Usted no dio vida, solo esperanza frágil. Mis palabras resentidas son el producto de muchas noches pensando, de muchos intentos fallidos y muchos intentos en vano. Todo esto acude solo a decir 'adiós'. No me duele ahora decirlo, pues 'Ya están domados, mi sentimientos, mejor así". No olvidaré, simplemente dejaré de tener presentes estas cosas que, ahora que lo pienso, me dan ganas de patearme a mí mismo y decir "qué falta de carácter".

Todas estas situaciones encarnadas en mis lecturas, que las golpean y las destrozan, han cambiado un poco mi mente, y ahora solo quiero disfrutar, lograr mis propósitos, y no estrellarme con un pelmazo que piensa en sí mismo. No quiero ver a alguien que oculta sus encuentros, y que olvida lo espiritual con lo meramente carnal, desligándolos completamente. Quiero decirle, que ya todo se quemó, que todo está en el recuerdo. Ahora, solo una sonrisa de satisfacción y un cuerpo joven y cicatrizado es lo que aprovecharé desde este momento. Ahora puedo vivir plenamente. Adiós.

viernes, 20 de abril de 2012

Elogio a Demian.

En cada momento, en cada instante de mi vida se puede decir que te esperé y hasta hace poco te encontré. Es un algo complejo describir con detalle la sensación nerviosa y casi ridícula al verte a vos, tan delicado, tan tranquilo, tan intrigante.

No podría sentir nada por tu padre, excepto agradecimiento por mantenerte, cuidarte y criarte, si es que pensás que debiera inclinarme por él. Hermann hizo un buen trabajo. Gracias por formar y dejar libre a su hijo, aquel hombre que me cautiva, me paraliza y logra detener el curso cronológico de mi vida. Gracias a vos, por desordenar mi noción del tiempo y hacerme olvidar en qué momento empecé a derretirme por vos, así sea cursi.

No podía no voltear a mirar tu boca, siempre suave y sedosa, pero con una leve ausencia de color carmesí. Tu cabello de oscuridad, de calidez, de luz otoñal, no se compara a cada contacto físico que tuvimos. Aquello fue, desde mi percepción, una estampida de orgasmos que bullían como muchas tazas de té, aunque prefiera el café.

La capacidad que tenés de predecirme solo con observarme ha creado una ruptura con lo que me han dicho las demás personas. Que creo un muro frente a ellos y les dificulto acceder al centro de mí mismo. Vos no ves barreras en mí porque logras intimidarme hasta tenerme en tu cama, rozando tu mano.

Las ganas de querer tocarte, sentirte y abrazarte se asimilan excesivamente a muchos escudos antiguos para dibujar y muchos gestos por descifrar. Mi impaciencia se rebosa, mientras debo esperar a sentir tus dedos tocando mi espalda, al momento en que me desmayo al notar tu presencia pálida.

Deseo encontrarte en cada rincón, en cada imagen, en cada humanó y en cada botella de vino, aunque las detestes fervorosamente, porque te quiero a vos aquí conmigo. Estudiar no es prescindible para mí porque con vos será más que suficiente lo que podré leer y aprender por mi cuenta. Con vos. La reflexión se haría fácil y el excitarme no tendría ciencia, excepto para el resto del mundo.

Aunque muchas personas no te conozcan; aunque otros ni te sientan relevante, lo sos para mí. Tenés esa fuerza invisible que levanta, brilla de manera enceguecedora. Esa fuerza gira a infinitas revoluciones por segundo golpeando corazones y sentidos, destruyéndolos y colapsándolos hasta ponerlos a tu disposición.

Es difícil explicar tantos pensamientos que han surgido últimamente sobre vos. La raíz de aquellos pensamientos es, principalmente, tu aparición explosiva en mi vida, pero puedo terminar por hacer el intento de explicarme. Las vigilias nocturnas me han vuelto inquieto y ansioso debido a tu ausencia. Las mañanas trasnochadas exigen una sonrisa tuya y un toque femenino y fuerte en tus caricias. Mis discursos resultan incompletos sin la presencia de tus palabras entrometidas pero profundas.

Si tuviera tu espíritu lo estudiaría día y noche hasta no tener más café, ni vino ni cigarrillos, porque quisiera que fueses mío. La paranoia desaparecería y escribiría con más frecuencia, como si estuviera hipnotizado. Sería libre pero con un pacto consistente en un beso, una mirada y un cálido apretón de manos, lo cual sería perfecto en esta ciudad, así nunca hayás oído hablar de ella. Quiero decirte que te amo profundamente, a pesar de que estés en las hojas, mi imposible Demian.

sábado, 7 de abril de 2012

Cuando nos besamos por el reflejo del espejo.

Entrando en mi época de estudiante a la Facultad de Artes con Emilio en busca de nuevas personas para charlar y causar interés sobre ellas, me topé en aquella ocasión con una facultad distinta. El claustro, que esta en la parte más elevada del campus de la universidad, de la cual no quiero mencionar su nombre, que se encontraba construido en una loma ubicada en una ciudad inmóvil en el tiempo, tenía un aire fuera del habitual al que yo había conocido con Emilio las veces que vimos algunas clases allá o que íbamos a visitar a Rodrigo cuando aún estaba en la universidad.

Emilio, con su atuendo cotidiano de chaleco verde sillón viejo y desgastado, su pantalón azul que había comprado en una tienda ubicado en el rincón más recóndito de la ciudad y sus tennis de tela rotos estaban acompañados de su cabello crespo, largo y desordenado, entraba conmigo mientras nos fumábamos unos cuantos cigarrillos. 

En el claustro amarillo nos encontramos con un espacio que no habíamos divisado en otras visitas fuera del edificio de Ciencia Humanas. Todo parecía una clase de paraíso con muchos tonos y estados ubicados dentro de lo dionisíaco, lo bohemio y libre en el sentido artístico de la palabra.

Mujeres desconocidas tocando cellos como hipnotizadas por las notas y bellos hombres pintando sobre sus lienzos, con sus cachetes pálidos salpicados de pintura. Un porro aquí y allá lavando papeles con letras e ilustraciones mentales. Mientras tanto, los peldaños de madera antigua jugaban con bailarines y actores que ensayaban sus libretos con mucho circo a su alrededor.Los ventanales superiores me llamaron mientras apretaba suavemente la mano izquierda de Emilio, en señal de que subiéramos. 

Una mujer de cabello castaño claro y atuendos coloridos tocando apasionadamente su violín fue la imagen que me hizo recordarle a Emilio cada momento de cada noche desvelada hablando de Foucault y del asombro y la atracción que yo sentía por los anormales. Todas aquellas, terminaban fundiéndonos en sábanas, cigarrillos y velas sabor lavanda.

Así, entramos al descubierto de la terraza trasera del claustro, con cielo despejado, flautas traversas revoloteando y una piscina color cielo de amanecer después de muchas botellas de besos con vino. Inmediatamente después y sin conciencia real de las cosas, terminé en el agua completamente desnudo junto a Emilio con una taza de café en las manos. Volvieron a mi memoria las noches desveladas leyendo autores que cito cuando peleo y con los que saqué muy buenas notas, junto con Emilio que dibujaba en vez de ponerse a redactar un ensayo, mientras nos mirábamos en el reflejo de los espejos de mi habitación con muchas velas. Todos mis retratos quedaron guardados en mi cajón, en ese nochero color verde sillón desgastado ubicado en mi habitación cubierta con un edredón de cuadros con colores precolombinos, mientras trabajo lo que puedo, aunque sin preocuparme.

Me fumé un cigarrillo en esa piscina mientras el cielo estaba nublado y se formaban globos de cielo azul que jugaban llenos de listones arco iris mientras la flauta de un joven de cejas pobladas se desvanecía. 

Fuera de la cursilería que me genera cada uno de esos momentos y pequeños detalles, debo confesar que los cuentos escritos en tinta roja, nuestra favorita, y las dedicatorias de porros y atardeceres con gestos jocosos fueron maravillosos.Así, solo espero que la vida de una vuelta  de ciento ochenta grados y me devuelva a un campus con un Emilio despeinado y no enterrado en la imposibilidad de su existencia.

viernes, 23 de marzo de 2012

La ejemplar.

En muchas ocasiones nos hemos preguntado sobre qué escribirán las personas exitosas en sus diarios. Esas personas que todo lo tienen, y que pareciera que tienen un modelo de vida perfecto, deseado por los demás que no lo tienen. ¿Cómo serán estas personas en la intimidad de las páginas que guardan bajo su colchón o en su mesita de noche?

Alfredo Iriarte indaga sutil, pero a la vez diplomática y desinhibidamente sobre los pensamientos de una mujer exitosa. En ‘Diario de una ejecutiva ejemplar’, se narran los sucesos de una mujer que aparentemente lo ha logrado todo. Esta mujer logró las mejores calificaciones durante toda su trayectoria académica, y se destacó en el plano profesional como una empresaria de renombre y de alto reconocimiento, hasta terminar siendo Ministra de Hacienda. Ligado a esta hoja de vida, la ejecutiva ejemplar no tenía que depender de un hombre, ya que se había separado de su esposo, y podía sola. Todo lo que una mujer podría anhelar.

Pero no solo el éxito profesional resultó prescindible para esta mujer. Es buscada y deseada por muchos hombres, tanto por su posición laboral, como por su estado físico. Definitivamente era lo que se dice una ‘mamasita’, ya que no había querido dañarse el cuerpo con un hijo. La ejecutiva ejemplar se empieza a sentir atraída por su sicoanalista, el cual la hizo escribir su diario, y es el único hombre que no le presta atención, llegando  esta al punto de ofuscarse por su indiferencia.

Buscada por su ex esposo, por sus compañeros de trabajo, esta mujer prefiere avanzar laboralmente, sin desviarse por cosas del amor, al nunca querer terminar como sus compañeras del colegio. Envidiada por muchos empresarios, con el título de ejecutiva del año, orgullosa de tener un cuerpo fabuloso, además de saber que tiene un BMW mientras su ex tiene un Renault 4, la hace sentir que no necesita más.

En este diario, Alfredo Iriarte se desliga de los formalismos y muestra la parte personal y sin cohibición de una mujer de buen status laboral, económico y social, lográndolo de una forma cautivadora. Iriarte nos captura con su relato y nos crea la sensación de que estamos espiando la vida de esta mujer, que en cierto punto, se rinde ante el amor, e intenta llenarlo con poder, reconocimiento e independencia.

lunes, 12 de marzo de 2012

Propósitos de un despechado.

No quiero seguir siendo parte de las decoraciones de su ego, en una repisa de madera húmeda y débil que se camufla con la pared con tono de olvido. Las sonrisas las recuerdo con un grueso filtro de color gris y muy bajo contraste, como esas fotos desgastadas de los álbumes familiares. Las palabras de antaño ya son una bagatela de tinta china derramada en la virtualidad y sonoridad de mis ilusiones, las cuales ya no tienen instrumentos.

Le vuelvo a escribir porque extrañaba hacerlo, además, porque lo extraño. Invoco mis pasiones y emotividades ignoradas y las hago bailar de forma desenfrenada en mi vida. La música, disfuncional para mis sentidos, controla el compás de estas pasiones y emotividades cuando escribo para usted. El reloj de segunda mano con forma de tortuga que me regaló una vez ya no tiene batería, y me hace recordarlo con más fuerza cada instante que lo veo en mi mesa de noche.

Es increíble cómo llego a tenerlo presente a usted todo el tiempo con solo escuchar su voz. Sigue con su vida porque para usted nunca pasó nada, aunque para mí fue más que eso. Y yo me hago el huevón. Me hago el huevón por fuera porque quiero y lo prefiero aunque me rompa la piel a ladrillazos. Debo aclarar que para mi es complicado volver a tener algo así como lo suyo y lo mío, lo nuestro, y más aún, que se fijen en mí. Me volví todo un papasito para las mujeres ganosas y para las aterrizadas, para ningún dejo de serlo, pero según la mayoría, soy un antipático.

Hace unas horas mientras lo pegábamos me decía Carmen que yo me hago notar, pero una cosa es que lo noten a uno, y otra es que se acerquen ante el más mínimo y curioso interés. Es cosa mía, pero impongo siempre una barrera entre las personas y yo, para saber quién es capaz de romperla. Desafortunadamente, no sé para quién, sigo estando con mis amigos, quienes en realidad no son una desfortuna.

Nos conocimos en la universidad cuando estaba terminando Publicidad, y lo cautivó que hubiera estudiado ya Periodismo. Bastante joven para ese recorrido, y sigo siéndolo. Las flores en el campus no las olvidaré; tampoco los dulces, los libros, ni los porros. Las desveladas sexuales tuvieron sus complicaciones por sus gustos, los cuales yo respetaba y aprovechaba en lo que podía. Si no fuera por sus arrebatos promiscuos no habría decidido salir adelante, de cierta forma, trabajando en ese periódico amarillista para 'auto-superarme'.

He decidido renunciar y desistir de tener a alguien a mi lado. He decidido amar a mis amigos, porque así lo deseo. Seguiré leyendo, seguiré escribiendo, seguiré bebiendo más vino y saldré hasta tarde cuantas veces quiera, pero no me amarraré. Buscaré un trabajo diferente al que tuve en ese bar y al que tengo actualmente, comiendo mierda por cretinos que subestiman mis capacidades, que no las tienen en cuenta, y que me hacen escribir sin criticar, solo por no hacerme un corte de cabello 'serio', vestirme como me gusta, y aún tener piercings. Tal vez decida viajar, tal y como me lo propuse cuando joven, en el momento en que nos conocimos. 

No digo que amaré a alguien más y que el ciclo continuará. Digo que me enfocaré en lo que me compete ahora, que es buscarme el dinero para esa especialización en Artes Visuales y poder conocer otros lugares, y no estarme muriendo por una talega de besos desabridos, vinos baratos y sexo complicado.

Le repito que cuando usted ya no me necesite, mi tiempo ya se habrá acabado hace mucho tiempo, y puede que ya sea la hora. Aún así, prefiero no ver la hora ni darme por enterado de que ha llegado ese momento, sino que lo haré porque quiero para no amargarme la vida y poder entretenerme con otras cosas más provechosas. Gracias y de nada.

lunes, 5 de marzo de 2012

Recuerdos presentes.

Son las 3:34 de un martes silencioso y aún no tengo sueño. Al parecer tengo insomnio, por ende no puedo dormir hasta quién sabe qué gallo deba cantar para decirme que me duerma. En otro caso, deberé esperar a que la conciencia se desvanezca y mi inconsciente la coja a puñetazos, hasta el punto de dormirme.

Estoy debajo de dos cobijas, en bóxers y con un esqueleto negro que usé en Halloween del año pasado. Me estaba masturbando antes de acostarme porque las ganas no me podían, hasta que en las cortinas pude ver el rostro de una mujer viuda con cabello castaño oscuro bastante largo y vestido blanco desgastado. Esa es la señal para irme a dormir aunque, repito, no tengo sueño.

Para esta quincena no tengo mucho dinero y deberé sacar de mis ahorros un poco. Es difícil hacer rendir el dinero cuando un día vas a fumar a hierba como loco y al otro rumbeas hasta el amanecer. Tener que compartir cigarrillos todos los días sin que me compartan muchas veces, en ocasiones resulta insoportable.

La rutina de trabajo se ha tornado un poco pesada pero sigo haciendo lo que puedo. Sigo molesto con el poco respeto que tiene el transporte público y particular payanés hacia los peatones.

Los episodios de paranoia han vuelto a manifestarse después de tantos meses, por lo que estas madrugadas no han sido tranquilizantes. Detesto que me miren en la calle sin importar el motivo. Me desesperan y me asustan, así mire con mi característico gesto y con los ojos que no me puedo quitar. Siento que me miran a la espera de que esté desprevenido, y así poder atacarme. Hace dos noches escuché una voz extraña cuando me cobijé  y sentí a alguien sobre la cama. No quiero que todo se vuelva a repetir, puesto que ya me acostumbré a su ausencia.

Ya son las 3:47, y se supone que debo despertarme a las 8:00, alistarme para luego ir a dejar unas cosas en el trabajo y luego ir a cortarme el cabello porque no soporto más. Después de todo, no he cerrado heridas y tampoco he dicho muchas cosas.

sábado, 25 de febrero de 2012

El pasar de la mirada.

El mismo color de ojos. Las misma mezcla de verde y miel que ha retumbado a muchas personas hasta soltar un “qué bonitos ojos tienes”, mientras el mundo espera por devorarme. La composición de esos ojos sigue siendo la misma. Pero ante el efecto envejecedor y vividor del tiempo es imposible hacer una parada en nuestros días. La barba empieza a crecer, el cabello sigue cambiando con el clima y las circunstancias, la piel se empieza a arrugar.

Ante el cambio de una etapa a otra no podemos evitar explorar, aprender y conocer de las nuevas eventualidades que se empiezan a transformar en nuestra monotonía galopante. Las risas empiezan a configurarse acorde al ambiente y a la risa de las demás personas, mientras que la ceniza del cigarrillo deja de ser pareja y torna una forma cónica parecida a un lápiz, producto del movimiento giratorio constante del cigarrillo debido a la ansiedad del fumador.

La forma de vestir y los gustos musicales dejan de ser tan sectarios y se empiezan a combinar en la calle, donde la electrónica experimental y el indie enloquecen tanto como la música del pacífico colombiano, incluso la música de toda la Cordillera de los Andes, que se baña a diario con lucha, violencia, comida y carnaval. Las calles blancas se dejan pintar del color de la imaginación todos los días, conservando ese lienzo que sigue estando por pintarse de verdad.

Las historias de vida compartidas entre amigos, colegas, conocidos, drogados y emborrachados, son igual de valiosas a las que se comparten y se repiten en el café. Cada cuento, cada relato, importa tanto como un murmullo o una sonrisa en el atardecer, en el salón de clase de un claustro que antes era prisión, o la calle mojada que se caracteriza por los salpicones del transporte público payanés, el cual no respeta la vida de los peatones que hacemos nuestro rayón en las paredes blancas todos los días, aunque no muchos lo perciban.

Las experiencias tanto de exaltación, excitación, dedicación y descontrol siguen estando presentes, pero con su propia periodicidad. El concierto de una banda local, un bailesito en el bar de moda, unos porros en el pueblito, o una guitarra en la casa de los amigos, siguen siendo motivo de encuentro, recuerdo y persecución de los objetivos. Cada risa, cada plon, cada movimiento, continúa perpetuándose en el pasar del tiempo de nuestras ojeras que siguen leyendo, alucinando.

El tiempo ha cumplido su misión y ha pasado un año desde que observo una fotografía de mi mirada y me miro en el espejo. Me sorprendí al confirmar que de verdad he cambiado. La expresión de mi mirada ha cambiado considerablemente, produciéndome asombro de no haber sido consciente del proceso. Consciente era yo de que aprendía y conocía, no de que mi mirada estuviera llevando registro de mis experiencias.

Encontré una mirada herida, triste, cicatrizada por las vivencias y coloreada por las mismas. Los atardeceres no habían sido en vano pero ya han desaparecido. Los cafés se hacen firmes al esfuerzo físico y mental de todos los días. Las ojeras brillan por todas las desveladas estudiando, editando, bailando o fumando. La piel se nota roída por la adolescencia, la mugre, los baños, el sueño, los golpes y los besos en la mejilla. Mi expresión ha cambiado.

La mirada de la cual una vez alguien se enamoró, juró amor eterno e incumplió, ha desaparecido. La piel que una vez era de los ángeles, ahora es de madera húmeda. Las ondas cabelludas que antaño eran suaves, ahora están quemadas por la despreocupación ante el fuego de cientos de cigarrillos. El cuerpo ahora está tatuado y perforado, por capricho dinamita de un amanerado lector. Mi mirada ya cambió su discurso y su mensaje.

A pesar de todo, puedo decir que no he perdido la fuerza. Mi mirada sigue siendo igual de penetrante que antes, aunque no exprese lo mismo. He vivido parte de la decadencia y me he encontrado al borde de tocar fondo. He intentado tocar el cielo mientras él se mueve, llevando la fuerza de la tierra y de las conexiones energéticas de la naturaleza. He visto el sol y he sonreído con naturalidad, con pasión.

Mis decisiones me han traído a ver un poco del amor, dormir con él y verlo llorar. Las noches me han dejado ver la luna, las estrellas, a veces las nubes mientras yo sigo mi rumbo. Las miradas, la curiosidad y el destello me han permitido conocer nuevas culturas por vía oral. He ignorado diferentes personas en la calle, y he mirado con fuerza a muchas otras. No me he enamorado pero sigo siendo la misma persona apasionada y explosiva que retrocede a los demás.

El tiempo se ha encargado de moldearme acorde a mi personalidad y mis decisiones. El tiempo me da la impresión de haber corrido mientras yo caminaba a paso somnoliento y en una traba sin control. Las cicatrices me las sigo haciendo porque las uñas son mis pinceles. El olvido, el camino, la dejadez y el pensar me han invadido. La risa, los besos, el descontrol y la pasión me han acompañado. He querido dejar todo a forma de relámpago pero no lo he hecho. No me arrepiento de nada, porque los jarrones siempre terminarán por tener flores secas, podridas y marchitas, mientras seguimos fumándonos un cigarrillo con una sonrisa perdida y olvidada.

martes, 21 de febrero de 2012

Autobús perdido.

Las mañanas siguen imponiéndose despóticamente en el tiempo indicado para que muy pocos lo observen e impida que lo lleguen a querer como a los atardeceres. Las calles empiezan a llenarse aceleradamente debido a los motivos de cada quien. El ruido entra en escena y se alborota toda la jornada con traje brillante y buena orquesta automotor. Entre tanto espectáculo estoy metido yo. Por eso, un día cualquiera decidí seguir mi ruta de camino a la universidad, pero en esta ocasión, detenerme un momento en alguna parte por ningún motivo.

Al lado de la avenida, cosificado por los carros, se encontraba un poste que tenía de acompañante una piedra, un cojín de silla de escritorio de computador, y un hombre. Impaciente por agarrar un autobús, aunque desafortunadamente nunca llegaba su ruta, pude observar levemente al personaje. La mala suerte de aquel hombre se podría asemejar a muchos de mis amigos y conocidos que esperan un autobús, pero pasan todos menos el que necesitan, y  éste nunca llega.

Los días siguieron corriendo, mientras yo arrastraba mi rutina por las mismas calles blanco deprimido de todos los atardeceres nublados y coloridos. Esas calles que se mojan, se queman y se golpean pero que nadie se da cuenta, son el mar en el que nadan y se ahogan mis pasos. Son la cicatriz maquillada de una parte de muchas vidas que han conocido el amor a contrastes y lo han vivido al compás del clima; son la ceniza soplada de muchas risas, muchos excesos que la nieve, la historia y la memoria no están registrando.

Volví a detenerme, pero esta vez a mirar detalladamente al hombre impaciente que espera el autobús. Lo encontré con una tabla de dibujo esperando su ruta, mientras dibujaba algo en ella. Podría tener que ir a una clase muy importante para él, como puede que tenga ganas de orinar o siempre viva afanado. La presencia de esa tabla de dibujo podría implicar que el hombre dibujara muy bien, que apenas estuviera aprendiendo, o que fuera de su hijo, hermano o esposa. Dejé el asombro de ver al hombre esperando el autobús siempre, y que nunca agarrara uno.

No sé si es que la ruta no pasa en todo el día hasta las nueve de la noche, que es el momento en el que el hombre ya no está, pero este tipo ha llegado a acostumbrarse de tal forma que se dedica a dibujar mientras es la hora de que pase el autobús. No sé cuál es el afán del hombre, ni qué tan importante sea para él ahora, pero ya no le causa prisa.

Mis caminatas siguen siendo acompañadas de un hombre, que me ha quitado el coraje y la valentía como para mirar qué dibuja y qué espera. El hombre sigue dibujando mientras espera el bus. Nunca lo he visto coger la ruta, pero siempre lo veo esperándola. No conozco su historia, pero deduzco que dejó de afanarse, así deba hacerlo. Siempre lo he visto y soy consciente de que solo una vez el hombre me ha percibido, y yo iba afanado. Sentí su desprecio por estar así, y su alivio personal de ya no sentirse así.

Mi duda creció hasta pensar si era un hombre que se sentaba a dibujar ahí a diario, o si de verdad espera un autobús, o si es actuado. Después de que los días tomaran su ritmo, con la conciencia de la existencia del hombre, decidí detenerme. Decidí detenerme todo el tiempo a ver las cosas y a detallarlas todo el tiempo, para tener pensamientos diferentes y fluidos. Decidí detenerme a ver la ceniza de mis cigarrillos, a la luz del café, a mi propio café, a mis pasos mojados, a mis estornudos y mis sonrisas. Sigo el curso de las cosas pero más despacio, como si el tiempo fuera más largo. Aún así, no soy capaz de mirar si él por lo menos está dibujando realmente, o si también es una réplica de mi curiosidad.

Los días se archivan, las noches se descontrolan y las mañanas siguen teniendo el poder de no ser percibidas, ni de permitir percibir otras historias, otros recuerdos, otras voces. La conciencia del curso de las cosas sigue aturdiéndome incansablemente, llevándome a querer perderme en la risa, la nube y el fondo de madera podrida. Mis mañanas siguen sembrando duda y por eso he intentado alejarme del inicio de esas mañanas con descontrol, elevadas y con lujuria.

sábado, 11 de febrero de 2012

El de los cigarrillos.

Los cafés dejan de ser los mismos cuando él está. Las conversaciones mutan y se vuelven inconstantes cuando él se hace presente en la mesa. Todo es diferente, también cuando él no está.

El de los cigarrillos siempre tiene encendedor o fósforos para poder fumar cuando lo desee, y cuando sus amigos también así lo quieran. Nunca se niega a regalar un cigarrillo y prefiere encenderles el cigarrillo a sus amigos y evitarles la molestia. Es una persona que ha llegado al punto de pasar desapercibido y solo observar minuciosamente su entorno, para rasgar la madera del círculo social, beber el jugo y escupir las pepas en el cenicero.

Se ve pero no se siente, y ya casi ni se escucha. El de los cigarrillos está perdido. El de los cigarrillos quisiera volver al pasado, sentarse a leer, reír a carcajadas, aprender y volver a empezar el día. Tiene ansias de vivir los fines de semana a descontrol del bueno, del diverso, no del de uno solo que decide por los demás. Al de los cigarrillos lo molestan, lo miran, lo ignoran. Él ya no hace más que recibir, y seguir regalando fumando y regalando cigarrillos.

Hay que tener en cuenta que este vicio no calma el hambre ni quita el sueño, aunque relaje y dé calor, eso no implica que sea la cura a todas las necesidades de una jornada en la calle, y menos de una travesía nocturna que sigue de largo. Él ya es primordial, es decir, el cigarrillo.

El de los cigarrillos marcha con mirada curiosa hacia su casa, siempre de noche, ya que es tiempo de descansar y de estar solo. Su momento de tranquilidad se quiebra en polvo de lágrimas al recordar que puede recordar. No tiene nada qué pensar, excepto rebobinar su grabadora, escuchar esas viejas y remendadas canciones acostado en un colchón. Su habitación se encuentra libre de humo de cigarrillo, porque no le gusta fumar dentro.

Las noches se vuelven bailarinas con velos de niebla y lentejuelas esparcidas por todas partes, mientras las personas indiferentes se distraen creando cosas para disfrutar, sin reconocer lo demás. El de los cigarrillos también prueba sus porros y los disfruta sin importarle nada. Almacena en sus pulmones toda la energía que puede y esta es vociferada en humo de sentimientos, risas y pensamientos compartidos, que tienen un carácter de eternidad.

Hoy lo veo un poco acabado, un tanto herido, y con algunas cicatrices. Su expresión es me refleja tristeza en su espíritu, habiendo borrado del tablero de su rostro cual rayón de sonrisas, lo que me dice que algo ha pasado. Él no habla mucho de lo que le pasa, y casi nunca muestra qué le ocurre, pero ahora es diferente, porque la herida ha carcomido su interior, y ya lo está haciendo en su exterior. 

Ya no tiene miedo de probar muchas cosas, e incluso intenta sentir la decadencia en su sangre. Quiere tocar el fondo de su piso de madera putrefacta para tomar impulso y volver a salir. Yo espero que el de los cigarrillos vuelva de ese impulso, de esa puñalada, de ese naufragio.

martes, 24 de enero de 2012

Noche 23 de enero de 2012.

Algo de una sencilla noche en mi habitación. Primera vez que me grabo e intento hablar en vez de escribir. La canción de fondo es Hot Air de Adalita, y no espero que les guste ni que les fascine. Tampoco espero que lo odien, solo que lo escuchen.

Este es el link: Noche 23 de enero de 2012

viernes, 13 de enero de 2012

No se deje vender, ni mucho menos comprar.

Desde que la gente le desea a sus semejantes cielos bonitos y las mejores energías para un determinado espacio de tiempo, sabemos que eso no será así. Sabemos, con certeza, que eso es solo una táctica para hacernos sonreír por seis segundos y volver al cielo gris y las calles tristes.

Desde que se espera incansablemente, sabemos indudablemente que nunca dejaremos de esperar, y que el tiempo de espera será en vano, se quemará sin ser fumado, sea cual sea la medida de tiempo, al igual que su propósito. Los ojos verdes, azules y grises siempre serán bonitos, y la espera siempre será espera, es decir. un momento donde no se hace nada, solo estar atentos a que llegue el momento que queremos.

Desde que soportamos sin rechistar, sabemos que lo que aspiramos recibir nunca lo recibiremos, y así sucesivamente con todas las cosas y situaciones de esta índole. Mientras se le sigan pasando por la galleta, usted queda como el chévere, el que se le hace de todo, no dice nada y todo está bien.

Esto es así en la mayoría de los casos, porque los seres humanos resultan pasarse por encima de los demás, siempre que tienen la oportunidad de hacerlo. Así, se evita uno y todos nosotros, muchas fatigas, además no dar pero siempre recibir. No se tiene en cuenta el afecto, la relación de poder que se maneje ni nada de eso. Solo se tiene en cuenta lo que necesitamos.

No es grato siempre dar y nunca recibir, hablando de la parte equitativa del hacer algo para y por alguien. Por lo menos no para mí. Termina siendo uno el alcahueta de todo mundo,  y al que le piden todo porque saben que siempre lo obtendrán. Mientras me hacía la pregunta de cuál es el momento en el que uno se convierte de sujeto en objeto, me encontré con la respuesta de un gran amigo que me respondió "cuando dices 'sí' a todo". Entiendo profundamente su reflexión y las implicaciones que tiene decir 'sí' a todo, respecto a ser sujeto y ser objeto.

Con el objeto no tenemos ningún inconveniente ya que le podemos hacer lo que queramos, y no pasará nada que no queramos, generalmente. Mientras tanto, el sujeto puede decir 'no'. Cuando uno dice 'no', se opone, se niega. Siendo un poco redundante, generamos el conflicto y decidimos no dejar que nos hagan lo que los demás quieran con nosotros y lo que respecta a nuestra integridad, en el sentido amplio de la palabra.

Por eso, basándome en este planteamiento y más pensamiento que he querido explicar de forma concreta, he decidido de ahora en adelante, empezar a decir 'no' más seguido. No lo diré en broma, ni esto ni la negación, para ver si logro salir como libertador vencedor en mi experimento de hacerme notar como sujeto, y no como el objeto que me estoy sintiendo.

Porque una borrachera y una trabada son escapadas cortas, pero la verdad quisiera escaparme y no volver más. Quisiera hacer mi vida por allá, sea donde sea allá, y eso planeo hacer. Digo esto de tacazo y sin rodeos ya que prefiero ser más directo que acobardado. Y bueno, si quiere un consejo, no me queda más por decirle que no sea un huevón y hágase sentir como persona, así como los otros se hacen sentir manejándolo a usted, y lo peor de todo, sin que usted se de cuenta. Así que pilas, sea sujeto y no objeto, porque los sujetos no tienen valor, mientras que los objetos sí.

sábado, 7 de enero de 2012

¿Es usted mierda seca? No sabe o no responde.

¿Desde cuándo los cuerpos se han convertido en cajas de resonancia donde ya no pasa nada? ¿Y por qué no me di cuenta antes?

En muchas ocasiones siento que me he despersonificado totalmente de mi cuerpo, y siento que termino siendo solo un cuerpo más, un pedazo más de muchedumbre. De esa muchedumbre atestada de gente perdida, de gente sola y de gente sin más qué hacer que mirar y no saber para dónde coger.

Nos encontramos en cualquier lado, haciendo cualquier cosa, pero existiendo de todas formas, relacionándonos con quien encontramos medianamente afines energéticamente a nosotros, creando recuerdos. Pero sentimos, y los vínculos afectivos incrementan la frecuencia con la que compartimos cosa con otros seres humanos aleatorios, indiferentes e insignificantes, para convertirlos en otra cosa dentro de nuestras cabezas.

¿Qué es capaz de hacer cada uno de nosotros por alguien? Pero, ¿por qué hacerlo? Por el afecto, aunque suene infantil, y que la cuestión del amor siempre es catalogada como niñería y cursilería. Todos somos pavorosa y detestablemente cursis e infantiles por culpa del afecto. 'Yo hago lo que sea por tí', es la base del alcance de nuestras habilidades en materia teórica, y la indiferencia es el fracaso de nuestros propósitos y promesas. Terminamos haciendo de todo en un principio, y continuamos así, haciendo todo sin pensar, tocando la sinfonía sin haber escogido cuál o sin saber cuál tocamos. Qué marionetas tan bellas y tan útiles terminamos siendo sin darnos cuenta.

Comunico que me he dado cuenta de esto en el momento en el que me siento ignorado, y cuando tengo la cara de regaño y de grosería a flor de piel, pegando puños con la mirada a pesar de pacifista, y ahorcando a todos con las palabras que medianamente pronuncio en esos estados. Pero bueno, me he dado cuenta de esto que me urge descifrar, o por lo menos romperle el papel regalo para medio ver cuál es el regalito que me espera y me hace portar relativamente bien.

Aquellos instantes y situaciones son los que siempre he querido evitar a toda costa, como a la gente melosa, como si fueran una epidemia. De todas maneras, soy consciente de que si un carro está detrás de uno y lo alcanza, lo arrolla y ahí quedó uno tirado en el suelo sin poder devolver el tiempo y sin poder hacer otra cosa diferente a gritar y lamentarse por no caminar en la acera. Usted se traba y eso no se devuelve, solo lo disfruta o sufre, y después lo intenta ignorar u olvidar. Como dice una amiga imitando a su padre: "Uno es un pedazo de mierda seca. La mierda mojada por lo menos ensucia, pero la mierda seca todo mundo la patea y no le hace daño a nadie".

Lanzo el comentario para quien quiera atraparlo y sentarse a pensar en qué momento dejó de ser un cuerpo que suena, que ríe, que vuela y que sueña, y que principalmente es, pero que lo escoge cada quien. Quiero saber si eso es un estado mutante del ser, o es un estado temporal de la propia existencia del ser humano en un mundo tan sistemático y dominante, y si es algo que se sobrepasa con el tiempo.

Quiero saber si sentirse meramente como una cosa, y no precisamente una cosa nueva, sino una cosa espantosamente usada y acabada, sin energía ni ánimos para chocarse una vez más con la corriente, es algo normal o cotidiano.

Quiero saber si siempre vivimos así, si es temporal, o si apenas me doy cuenta de que siempre ha sido así, hemos sido así, o he sido así.

Independientemente de las explicaciones políticas, sociales, filosóficas, artísticas, antropológicas o de cualquier otra índole que pueda recibir y hallar, quiero una explicación concreta para lo que es el ser humano existiendo solo, con más seres humanos.