Los cafés dejan de ser los mismos cuando él está. Las conversaciones mutan y se vuelven inconstantes cuando él se hace presente en la mesa. Todo es diferente, también cuando él no está.
El de los cigarrillos siempre tiene encendedor o fósforos para poder fumar cuando lo desee, y cuando sus amigos también así lo quieran. Nunca se niega a regalar un cigarrillo y prefiere encenderles el cigarrillo a sus amigos y evitarles la molestia. Es una persona que ha llegado al punto de pasar desapercibido y solo observar minuciosamente su entorno, para rasgar la madera del círculo social, beber el jugo y escupir las pepas en el cenicero.
Se ve pero no se siente, y ya casi ni se escucha. El de los cigarrillos está perdido. El de los cigarrillos quisiera volver al pasado, sentarse a leer, reír a carcajadas, aprender y volver a empezar el día. Tiene ansias de vivir los fines de semana a descontrol del bueno, del diverso, no del de uno solo que decide por los demás. Al de los cigarrillos lo molestan, lo miran, lo ignoran. Él ya no hace más que recibir, y seguir regalando fumando y regalando cigarrillos.
Hay que tener en cuenta que este vicio no calma el hambre ni quita el sueño, aunque relaje y dé calor, eso no implica que sea la cura a todas las necesidades de una jornada en la calle, y menos de una travesía nocturna que sigue de largo. Él ya es primordial, es decir, el cigarrillo.
El de los cigarrillos marcha con mirada curiosa hacia su casa, siempre de noche, ya que es tiempo de descansar y de estar solo. Su momento de tranquilidad se quiebra en polvo de lágrimas al recordar que puede recordar. No tiene nada qué pensar, excepto rebobinar su grabadora, escuchar esas viejas y remendadas canciones acostado en un colchón. Su habitación se encuentra libre de humo de cigarrillo, porque no le gusta fumar dentro.
Las noches se vuelven bailarinas con velos de niebla y lentejuelas esparcidas por todas partes, mientras las personas indiferentes se distraen creando cosas para disfrutar, sin reconocer lo demás. El de los cigarrillos también prueba sus porros y los disfruta sin importarle nada. Almacena en sus pulmones toda la energía que puede y esta es vociferada en humo de sentimientos, risas y pensamientos compartidos, que tienen un carácter de eternidad.
Hoy lo veo un poco acabado, un tanto herido, y con algunas cicatrices. Su expresión es me refleja tristeza en su espíritu, habiendo borrado del tablero de su rostro cual rayón de sonrisas, lo que me dice que algo ha pasado. Él no habla mucho de lo que le pasa, y casi nunca muestra qué le ocurre, pero ahora es diferente, porque la herida ha carcomido su interior, y ya lo está haciendo en su exterior.
Ya no tiene miedo de probar muchas cosas, e incluso intenta sentir la decadencia en su sangre. Quiere tocar el fondo de su piso de madera putrefacta para tomar impulso y volver a salir. Yo espero que el de los cigarrillos vuelva de ese impulso, de esa puñalada, de ese naufragio.
me resulto deprimente esto XD
ResponderEliminar