sábado, 9 de abril de 2011

Mi sonrisa con la tuya.

Tienes sangre en tu brazo. Menos mal yo te abrazo. No sé qué más hacer en este momento tan repetitivo. Debería saberlo, lo sé, pero jamás me detuve a pensar en cómo reaccionar a este fluir repentino de tu interior, ya que siempre era inesperado. Sin embargo, la respuesta inmediata de mi integridad es un estúpido e inepto abrazo, que logra recubrir tu corazón en un capullo impermeable, así la sangre no hará estragos en la calle ni en nuestras ropas.

Vamos caminando, tú con jeans y yo con tennis grises. Tú con boina, mis mechones alebrestados, y nuestras manos frías dándose calor. Es dificil acostumbrarse a mis inesperados comentarios, y mucho más difícil responder a esos comentarios. Pero tú has sabido reirte y yo he respondido con una sonrisa. Nuestro desubicado andar es acompañado no por una conversación sino por nuestras respuestas a mis comentarios. Tus comentarios me encantan, por cierto. El caminar perdido y descubridor de tu cuerpo me hace reir y sonreir de nuevo, y enfermarte de algo similar. Ahora los dos tenemos algo en común más notable.

Pregunto a dónde vamos y me dices que para allá. Supongo que allá es un lugar bonito y divertido donde puedo abrazarte y hacerte reir más. Allá es un lugar donde puedo mirar el cielo contigo y sentir tus fríos brazos tocando mi cintura. Allá es un lugar donde podemos escuchar lo que queramos y abrir nuestras memorias a una memoria igual de perturbada y perturbadora. Allá es un lugar donde dos memorias tendrán recuerdos iguales. Caminamos olvidando temporalmente la trayectoria que hemos recorrido porque nadamos en nuestro acontecer brillante y ruidoso de afectos. La brisa mueve todos estos mis mechones y mi cara se decora con ellos, de una atrevida manera que colorea la sonrisa que colorea la mía. Y vamos.

Entraré en Nirvana contigo y sólo contigo. Tocaré tus piernas para acariciarlas y decirles que soy yo quien está acá. Abrazaré tus delgados brazos y los calentaré con mi frialdad. Besaré tus labios como una vez en un momento olvidado, y veré esos ojos castaños, esa sonrisa tímida y esa barbilla que me transportarán a nuestra dimensión, nuestro tiempo y espacio, para desaparecer de esta perspectiva tan normal, colectiva y pública. Mi amor, vamos hacia allá.

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