Tienes sangre en tu brazo. Menos mal yo te abrazo. No sé qué más hacer en este momento tan repetitivo. Debería saberlo, lo sé, pero jamás me detuve a pensar en cómo reaccionar a este fluir repentino de tu interior, ya que siempre era inesperado. Sin embargo, la respuesta inmediata de mi integridad es un estúpido e inepto abrazo, que logra recubrir tu corazón en un capullo impermeable, así la sangre no hará estragos en la calle ni en nuestras ropas.
Vamos caminando, tú con jeans y yo con tennis grises. Tú con boina, mis mechones alebrestados, y nuestras manos frías dándose calor. Es dificil acostumbrarse a mis inesperados comentarios, y mucho más difícil responder a esos comentarios. Pero tú has sabido reirte y yo he respondido con una sonrisa. Nuestro desubicado andar es acompañado no por una conversación sino por nuestras respuestas a mis comentarios. Tus comentarios me encantan, por cierto. El caminar perdido y descubridor de tu cuerpo me hace reir y sonreir de nuevo, y enfermarte de algo similar. Ahora los dos tenemos algo en común más notable.
Pregunto a dónde vamos y me dices que para allá. Supongo que allá es un lugar bonito y divertido donde puedo abrazarte y hacerte reir más. Allá es un lugar donde puedo mirar el cielo contigo y sentir tus fríos brazos tocando mi cintura. Allá es un lugar donde podemos escuchar lo que queramos y abrir nuestras memorias a una memoria igual de perturbada y perturbadora. Allá es un lugar donde dos memorias tendrán recuerdos iguales. Caminamos olvidando temporalmente la trayectoria que hemos recorrido porque nadamos en nuestro acontecer brillante y ruidoso de afectos. La brisa mueve todos estos mis mechones y mi cara se decora con ellos, de una atrevida manera que colorea la sonrisa que colorea la mía. Y vamos.
Entraré en Nirvana contigo y sólo contigo. Tocaré tus piernas para acariciarlas y decirles que soy yo quien está acá. Abrazaré tus delgados brazos y los calentaré con mi frialdad. Besaré tus labios como una vez en un momento olvidado, y veré esos ojos castaños, esa sonrisa tímida y esa barbilla que me transportarán a nuestra dimensión, nuestro tiempo y espacio, para desaparecer de esta perspectiva tan normal, colectiva y pública. Mi amor, vamos hacia allá.
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