Regalar cosas a nuestros seres queridos es una forma sencilla, pero a la vez muy bonita, de demostrar ese afecto, o lo especial que hemos descubierto que son esas personas. Sí, he sabido de gente a la que le han dado regalos, y que ha dado regalos. Pero, ¿qué pasa cuando un regalo no se entrega?
Ahí gira mi situación. Debo confesar que en mi habitación, específicamente en mis cajones, se encuentran los regalos no entregados. Estos son un tipo de regalos bastante diverso. Acá, se pueden encontrar dibujos hechos con pasteles secos, dibujos hechos con tinta china, postales de San Agustín y Buga, porta-lápices de búhos, estatuillas indígenas, libros y demás.
Todos estos regalos no entregados van dirigidos a personas especiales, pero no fueron entregados nunca. Bajo ninguna circunstancia fue posible realizar esta acción, pero mucho menos bajo ninguna circunstancia temporal y espacial, es posible hacerlo después.
Los regalos no entregados tienen algo en común, y es amor. A los regalos no entregados sólo los he visto yo. Los regalos no entregados aún esperan ser entregados. Los regalos no entregados, siguen sin ser entregados.
A pesar de las situaciones que rodean mi transcurrir en la vida, sigo haciendo regalitos sin poder entregar a la gran mayoría. De todas maneras, ocurre algo curioso, y es que los regalos no entregados son mis regalos no entregados, y siguen en mi habitación como un álbum de foto nunca tomadas, y que nunca serán tomadas. Mis regalos no entregados ya son míos y son sólo míos.
Muestras de afecto, de cariño, de agradecimiento, los regalos no entregados son la muestra clara de la distancia. Esa distancia que no se disminuye, sino que sigue creciendo desaforadamente en mi vida, creando vacíos y llenándolos después, efectivamente para hacer más regalos no entregados con mucha devoción.
El hecho de no haber entregado esos regalos, implica que me quede con ellos porque no los puedo dejar solos, así que, al final, los regalos no entregados los hago para mí. Mis regalos no entregados, que termino entregándomelos a mí mismo sin darme cuenta, y se convierten en el consuelo de la distancia.
Sin embargo, esos regalos no entregados siguen sin entregarse, pero son un regalo. Sin entregarse, son la muestra concreta de afecto que tengo yo hacia ua o varias personas que desafortunadamente para ellas o para mí, ya no están conmigo.
Y no me importa si vuelven o no, mis regalos no entregados serán mis regalos siempre, sin tener en cuenta el curso de las historias, ni de la edad de la distancia. Siempre tendré esos regalos, y espero ellos siempre me tengan ahí, porque no se unieron nunca a su desgraciado destinatario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario