Cuando nos encontramos en algún recinto, siempre tendemos a preocuparnos y fijarnos en lo que nos está rodeando físicamente en ese momento y que, a la vez se encuentra fácilmente en el blanco débilmente mordaz de nuestra mirada. Pero jamás nos percatamos de que no sólo existen los objetos que nos están rodeando en ese momento, sino que hay algo mucho más grande y profundo que lo que percibimos con nuestras pupilas.
Me percato de diferentes objetos cotidianos y que en ciertas circunstancias dejan de serlo, pero miro hacia la ventana. Una vieja ventana, que es sólo vieja en concepto, y que ha sido rejuvenecida no sé cuántas veces, cerrada totalmente mientras observo hacia la calle. Es verdaderamente interesante ver que pasan tantas personas por un mismo lugar sin dejar una huella memorable. Cada persona hace su historia y su camino invisible en una roca destinada a ser libro. Tantas personas caminando siguiendo con sus vidas sin pensar en la de los demás, sumergidas en un egoísmo aislante y triunfante para sus propósitos en la vida.
Cuántas veces no me identifiqué con el mismo panorama, siendo yo, una de las personas que camina por la calle, y que en ese momento, observaba con un determinado desprecio inconsciente. Me daba cuenta que al caminar en esa inherente actitud, me generaba desprecio al observar a otros hacer lo mismo.
Después de ver la escena de egoísmo e indiferencia, perteneciente a nuestra propia naturaleza fuerte y caótica, me di cuenta que afuera había mucha brisa, pero que yo no la sentía. La ventana estaba totalmente cerrada, y por consiguiente el viento no lograba llegar hasta el interior. De esta manera, pude deducir que el simple hecho de que el viento rozara las calles y una pequeña pero muy verde planta, danzara al ritmo del aire brusco y dinámico, y que precisamente ese viento no me rozara, significaba que, en esa situación yo no participaba. Me había convertido en tan solo un espectador de la indiferencia, y que me encontraba en un recipiente hermético que no me permitía participar activamente en lo que estaba ocurriendo.
Por primera vez me di cuenta de que participo en algo con lo que no estoy de acuerdo, y lo peor de todo es que lo hago inconscientemente. Camino por la calle y no dejo una huella en el cemento, y me comprendo aparte de las demás personas que caminan por donde yo camino. Mientras tanto, yo sigo viendo a través de la ventana cerrada, mientras el viento no me toca momentáneamente.
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