martes, 7 de junio de 2011

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Sentir la mirada de una persona no es ver si tiene una mirada triste, alegre, o una mirada solitaria. Es observar una vida diferente a la nuestra que se revela en dos pupilas poderosas y recorridas de sentimientos, cicatrices e historias, que han marcado nuestro cuerpo. Observar la mirada de una persona es saber que esa mirada te ha brindado confianza para que puedas observar su expresión detenidamente, y deducir qué ha ocurrido con su alma y qué oculta a la materialidad.

Una mirada puede decir muchísimo más que los discursos más elaborados y expresivos del hombre, puesto que el alma no se puede reflejar en oraciones ni en palabras, sino en expresiones, del cuerpo que ha nacido de la tierra en la que moriremos todos. Una mirada es un ser, un alma y no sólo una historia, sino muchas.

Observar una mirada es tarea, oportunidad y poder, y lograr producirla, entenderla y captarla, es de todos, pero fijación de pocos.

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