viernes, 23 de marzo de 2012

La ejemplar.

En muchas ocasiones nos hemos preguntado sobre qué escribirán las personas exitosas en sus diarios. Esas personas que todo lo tienen, y que pareciera que tienen un modelo de vida perfecto, deseado por los demás que no lo tienen. ¿Cómo serán estas personas en la intimidad de las páginas que guardan bajo su colchón o en su mesita de noche?

Alfredo Iriarte indaga sutil, pero a la vez diplomática y desinhibidamente sobre los pensamientos de una mujer exitosa. En ‘Diario de una ejecutiva ejemplar’, se narran los sucesos de una mujer que aparentemente lo ha logrado todo. Esta mujer logró las mejores calificaciones durante toda su trayectoria académica, y se destacó en el plano profesional como una empresaria de renombre y de alto reconocimiento, hasta terminar siendo Ministra de Hacienda. Ligado a esta hoja de vida, la ejecutiva ejemplar no tenía que depender de un hombre, ya que se había separado de su esposo, y podía sola. Todo lo que una mujer podría anhelar.

Pero no solo el éxito profesional resultó prescindible para esta mujer. Es buscada y deseada por muchos hombres, tanto por su posición laboral, como por su estado físico. Definitivamente era lo que se dice una ‘mamasita’, ya que no había querido dañarse el cuerpo con un hijo. La ejecutiva ejemplar se empieza a sentir atraída por su sicoanalista, el cual la hizo escribir su diario, y es el único hombre que no le presta atención, llegando  esta al punto de ofuscarse por su indiferencia.

Buscada por su ex esposo, por sus compañeros de trabajo, esta mujer prefiere avanzar laboralmente, sin desviarse por cosas del amor, al nunca querer terminar como sus compañeras del colegio. Envidiada por muchos empresarios, con el título de ejecutiva del año, orgullosa de tener un cuerpo fabuloso, además de saber que tiene un BMW mientras su ex tiene un Renault 4, la hace sentir que no necesita más.

En este diario, Alfredo Iriarte se desliga de los formalismos y muestra la parte personal y sin cohibición de una mujer de buen status laboral, económico y social, lográndolo de una forma cautivadora. Iriarte nos captura con su relato y nos crea la sensación de que estamos espiando la vida de esta mujer, que en cierto punto, se rinde ante el amor, e intenta llenarlo con poder, reconocimiento e independencia.

lunes, 12 de marzo de 2012

Propósitos de un despechado.

No quiero seguir siendo parte de las decoraciones de su ego, en una repisa de madera húmeda y débil que se camufla con la pared con tono de olvido. Las sonrisas las recuerdo con un grueso filtro de color gris y muy bajo contraste, como esas fotos desgastadas de los álbumes familiares. Las palabras de antaño ya son una bagatela de tinta china derramada en la virtualidad y sonoridad de mis ilusiones, las cuales ya no tienen instrumentos.

Le vuelvo a escribir porque extrañaba hacerlo, además, porque lo extraño. Invoco mis pasiones y emotividades ignoradas y las hago bailar de forma desenfrenada en mi vida. La música, disfuncional para mis sentidos, controla el compás de estas pasiones y emotividades cuando escribo para usted. El reloj de segunda mano con forma de tortuga que me regaló una vez ya no tiene batería, y me hace recordarlo con más fuerza cada instante que lo veo en mi mesa de noche.

Es increíble cómo llego a tenerlo presente a usted todo el tiempo con solo escuchar su voz. Sigue con su vida porque para usted nunca pasó nada, aunque para mí fue más que eso. Y yo me hago el huevón. Me hago el huevón por fuera porque quiero y lo prefiero aunque me rompa la piel a ladrillazos. Debo aclarar que para mi es complicado volver a tener algo así como lo suyo y lo mío, lo nuestro, y más aún, que se fijen en mí. Me volví todo un papasito para las mujeres ganosas y para las aterrizadas, para ningún dejo de serlo, pero según la mayoría, soy un antipático.

Hace unas horas mientras lo pegábamos me decía Carmen que yo me hago notar, pero una cosa es que lo noten a uno, y otra es que se acerquen ante el más mínimo y curioso interés. Es cosa mía, pero impongo siempre una barrera entre las personas y yo, para saber quién es capaz de romperla. Desafortunadamente, no sé para quién, sigo estando con mis amigos, quienes en realidad no son una desfortuna.

Nos conocimos en la universidad cuando estaba terminando Publicidad, y lo cautivó que hubiera estudiado ya Periodismo. Bastante joven para ese recorrido, y sigo siéndolo. Las flores en el campus no las olvidaré; tampoco los dulces, los libros, ni los porros. Las desveladas sexuales tuvieron sus complicaciones por sus gustos, los cuales yo respetaba y aprovechaba en lo que podía. Si no fuera por sus arrebatos promiscuos no habría decidido salir adelante, de cierta forma, trabajando en ese periódico amarillista para 'auto-superarme'.

He decidido renunciar y desistir de tener a alguien a mi lado. He decidido amar a mis amigos, porque así lo deseo. Seguiré leyendo, seguiré escribiendo, seguiré bebiendo más vino y saldré hasta tarde cuantas veces quiera, pero no me amarraré. Buscaré un trabajo diferente al que tuve en ese bar y al que tengo actualmente, comiendo mierda por cretinos que subestiman mis capacidades, que no las tienen en cuenta, y que me hacen escribir sin criticar, solo por no hacerme un corte de cabello 'serio', vestirme como me gusta, y aún tener piercings. Tal vez decida viajar, tal y como me lo propuse cuando joven, en el momento en que nos conocimos. 

No digo que amaré a alguien más y que el ciclo continuará. Digo que me enfocaré en lo que me compete ahora, que es buscarme el dinero para esa especialización en Artes Visuales y poder conocer otros lugares, y no estarme muriendo por una talega de besos desabridos, vinos baratos y sexo complicado.

Le repito que cuando usted ya no me necesite, mi tiempo ya se habrá acabado hace mucho tiempo, y puede que ya sea la hora. Aún así, prefiero no ver la hora ni darme por enterado de que ha llegado ese momento, sino que lo haré porque quiero para no amargarme la vida y poder entretenerme con otras cosas más provechosas. Gracias y de nada.

lunes, 5 de marzo de 2012

Recuerdos presentes.

Son las 3:34 de un martes silencioso y aún no tengo sueño. Al parecer tengo insomnio, por ende no puedo dormir hasta quién sabe qué gallo deba cantar para decirme que me duerma. En otro caso, deberé esperar a que la conciencia se desvanezca y mi inconsciente la coja a puñetazos, hasta el punto de dormirme.

Estoy debajo de dos cobijas, en bóxers y con un esqueleto negro que usé en Halloween del año pasado. Me estaba masturbando antes de acostarme porque las ganas no me podían, hasta que en las cortinas pude ver el rostro de una mujer viuda con cabello castaño oscuro bastante largo y vestido blanco desgastado. Esa es la señal para irme a dormir aunque, repito, no tengo sueño.

Para esta quincena no tengo mucho dinero y deberé sacar de mis ahorros un poco. Es difícil hacer rendir el dinero cuando un día vas a fumar a hierba como loco y al otro rumbeas hasta el amanecer. Tener que compartir cigarrillos todos los días sin que me compartan muchas veces, en ocasiones resulta insoportable.

La rutina de trabajo se ha tornado un poco pesada pero sigo haciendo lo que puedo. Sigo molesto con el poco respeto que tiene el transporte público y particular payanés hacia los peatones.

Los episodios de paranoia han vuelto a manifestarse después de tantos meses, por lo que estas madrugadas no han sido tranquilizantes. Detesto que me miren en la calle sin importar el motivo. Me desesperan y me asustan, así mire con mi característico gesto y con los ojos que no me puedo quitar. Siento que me miran a la espera de que esté desprevenido, y así poder atacarme. Hace dos noches escuché una voz extraña cuando me cobijé  y sentí a alguien sobre la cama. No quiero que todo se vuelva a repetir, puesto que ya me acostumbré a su ausencia.

Ya son las 3:47, y se supone que debo despertarme a las 8:00, alistarme para luego ir a dejar unas cosas en el trabajo y luego ir a cortarme el cabello porque no soporto más. Después de todo, no he cerrado heridas y tampoco he dicho muchas cosas.