Siempre decimos que nacemos solos y morimos solos, pero el trayecto no lo hacemos solos. Que somos únicos e irrepetibles, también. Pero se pueden hallar cosas bastante interesantes en el pedregoso camino del caprichoso transcurrir del ser humano a lo largo de su vida.
Y me doy cuenta de algo bastante sencillo. Que aunque en el camino nos encontremos cosas tan diferentes y tan opuestas, la afinidad que puede existir entre dos espíritus anormales es realmente grande y, sobretodo, interesante, poderosa y especial. Caminar por la calle y encontrarse con tantas personas es verdaderamente abrumador, porque podemos pasar al lado de un mejor amigo, un novio, un compañero o alguien trascendental para la vida de cada flor que crece hasta morir. La cuestión es, ¿para cuándo vamos a tener a esa persona acompañándonos en nuestro sendero de perdición y transformación?, ¿y por cuánto tiempo? Efectivamente no tenemos ni la más mínima de idea de esas preguntas sobre el destino, el tiempo y el espacio.
Sonreír a diferentes hechos es algo bueno siempre y cuando ocurran de verdad, puesto que vivimos más tiempo en esta dimensión corpórea, decadente y trastornada, que en la otra dimensión dependiente de nuestros pensamientos, deseos y temores. Pero cuando estás cruzando estas dimensiones todo el tiempo, y te encuentras con otro espíritu que las traspasa rápidamente, creando lo mismos trastornos que tú tienes y que piensas que nadie más tiene, mueres. Cuando pensabas que nadie encuentra en un cuerpo anti-cotidiano la verdadera esencia de su espíritu, encuentras otro cuerpo exactamente igual, solo que mutuamente se encuentra el punto de convergencia para desnudad ambos espíritus a la luz de la luna y darse cuenta que la soledad es sólo una deficiencia y una debilidad mental.
Pegarse a la soledad es tener problemas, porque aunque corpóreamente estemos solos, estamos acompañados espiritualmente por otras personas más, que están viajando de dimensión todo el tiempo, y tienen sus espacio-tiempo trastocados grandemente, y producen una sonrisa de satisfacción y de felicidad al saber que no importa nada, sólo ser nosotros, seguir viajando, pero acompañados en la lejanía con otros cuerpos y espíritus.
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