martes, 1 de febrero de 2011

Flores de colores.

Hay momentos que se quedan en nuestra memoria. Hay momentos que siempre tenemos presentes. Hay momentos que seguimos viviendo todos los días. Despertar, dormir, comer, etc... Pero esto también. Es extraño, nunca pensé vivir y revivir este momento de felicidad, de tranquilidad y de libertinaje moderado. Ahora sólo me siento a esperar. A esperar aquel momento matutino en el cual la luz del día se asoma y saca a patadas a la nocturna, porque el amor a oscuras es atrevido, elegante y bastante aventurero, pero el amor a luz de día es desinteresado, es poderoso y apasionado. Quisiera tener un amor en la tarde. En esa tarde desconocida, y sólo explorada por los dos.

Ando en un jardín de flores fucsias y azul pálido. Los pétalos caen con el rozar de las dríadas que bailan con el viento, y yo sigo caminando en ese laberinto, buscándote. He pasado por tanto cadáveres, todos perdidos y desvirtuados, que no los quiero enterrar. Me he cansado. Fumaré. Fumaré esas flores sinceras e inocentes, esas flores coquetas y sensuales. Ahora te siento. Te veo y te toco. Te beso. Te he encontrado. Vamos a salir de este laberinto. ¡No! Es mejor quedarnos. Me quedaré contigo en este laberinto colorido y perdido que se llama universo y nunca me separaré de tí. Estas flores bailan con el tiempo, y así bailaré yo para llegar a tí, mi aroma preferido.

El cielo no tiene forma, es sólo una nube de fantasías. Pero fantasías no sólo mías; fantasías de todos. El cielo es la unión de todos nuestros pensamientos, sentimientos y fantasías, que se unen para decir que todos sentimos eso.  Este cigarrillo floral ha surtido efecto, no en mi mente, pero sí en mi alma. Me encuentro abarrotado de sentimientos, sensaciones y expresiones imposibles de mostrar, imposibles de ser vistas. Cada gota de sudor es tuya, y esa esencia será mi perfume eterno. Será mi ocasión especial perfumada e iluminada por tu alma.

No tengo tiquetes para un tren, ni para caminar incluso. Son mis alas las que siento y nunca veo las que me transportan a ese espacio comprimido; a esta habitación de a dos personas, para sentir esas flores, esas deidades que se deciden a ayudarnos, a encontrarnos, y a mezclarnos. Es aquel sentimiento el que he fumado, ese que tú conoces. Es aquel que te muestro. Es tu alma, y mi alma, lo que fumamos con desdén y confianza.

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