viernes, 20 de abril de 2012

Elogio a Demian.

En cada momento, en cada instante de mi vida se puede decir que te esperé y hasta hace poco te encontré. Es un algo complejo describir con detalle la sensación nerviosa y casi ridícula al verte a vos, tan delicado, tan tranquilo, tan intrigante.

No podría sentir nada por tu padre, excepto agradecimiento por mantenerte, cuidarte y criarte, si es que pensás que debiera inclinarme por él. Hermann hizo un buen trabajo. Gracias por formar y dejar libre a su hijo, aquel hombre que me cautiva, me paraliza y logra detener el curso cronológico de mi vida. Gracias a vos, por desordenar mi noción del tiempo y hacerme olvidar en qué momento empecé a derretirme por vos, así sea cursi.

No podía no voltear a mirar tu boca, siempre suave y sedosa, pero con una leve ausencia de color carmesí. Tu cabello de oscuridad, de calidez, de luz otoñal, no se compara a cada contacto físico que tuvimos. Aquello fue, desde mi percepción, una estampida de orgasmos que bullían como muchas tazas de té, aunque prefiera el café.

La capacidad que tenés de predecirme solo con observarme ha creado una ruptura con lo que me han dicho las demás personas. Que creo un muro frente a ellos y les dificulto acceder al centro de mí mismo. Vos no ves barreras en mí porque logras intimidarme hasta tenerme en tu cama, rozando tu mano.

Las ganas de querer tocarte, sentirte y abrazarte se asimilan excesivamente a muchos escudos antiguos para dibujar y muchos gestos por descifrar. Mi impaciencia se rebosa, mientras debo esperar a sentir tus dedos tocando mi espalda, al momento en que me desmayo al notar tu presencia pálida.

Deseo encontrarte en cada rincón, en cada imagen, en cada humanó y en cada botella de vino, aunque las detestes fervorosamente, porque te quiero a vos aquí conmigo. Estudiar no es prescindible para mí porque con vos será más que suficiente lo que podré leer y aprender por mi cuenta. Con vos. La reflexión se haría fácil y el excitarme no tendría ciencia, excepto para el resto del mundo.

Aunque muchas personas no te conozcan; aunque otros ni te sientan relevante, lo sos para mí. Tenés esa fuerza invisible que levanta, brilla de manera enceguecedora. Esa fuerza gira a infinitas revoluciones por segundo golpeando corazones y sentidos, destruyéndolos y colapsándolos hasta ponerlos a tu disposición.

Es difícil explicar tantos pensamientos que han surgido últimamente sobre vos. La raíz de aquellos pensamientos es, principalmente, tu aparición explosiva en mi vida, pero puedo terminar por hacer el intento de explicarme. Las vigilias nocturnas me han vuelto inquieto y ansioso debido a tu ausencia. Las mañanas trasnochadas exigen una sonrisa tuya y un toque femenino y fuerte en tus caricias. Mis discursos resultan incompletos sin la presencia de tus palabras entrometidas pero profundas.

Si tuviera tu espíritu lo estudiaría día y noche hasta no tener más café, ni vino ni cigarrillos, porque quisiera que fueses mío. La paranoia desaparecería y escribiría con más frecuencia, como si estuviera hipnotizado. Sería libre pero con un pacto consistente en un beso, una mirada y un cálido apretón de manos, lo cual sería perfecto en esta ciudad, así nunca hayás oído hablar de ella. Quiero decirte que te amo profundamente, a pesar de que estés en las hojas, mi imposible Demian.

sábado, 7 de abril de 2012

Cuando nos besamos por el reflejo del espejo.

Entrando en mi época de estudiante a la Facultad de Artes con Emilio en busca de nuevas personas para charlar y causar interés sobre ellas, me topé en aquella ocasión con una facultad distinta. El claustro, que esta en la parte más elevada del campus de la universidad, de la cual no quiero mencionar su nombre, que se encontraba construido en una loma ubicada en una ciudad inmóvil en el tiempo, tenía un aire fuera del habitual al que yo había conocido con Emilio las veces que vimos algunas clases allá o que íbamos a visitar a Rodrigo cuando aún estaba en la universidad.

Emilio, con su atuendo cotidiano de chaleco verde sillón viejo y desgastado, su pantalón azul que había comprado en una tienda ubicado en el rincón más recóndito de la ciudad y sus tennis de tela rotos estaban acompañados de su cabello crespo, largo y desordenado, entraba conmigo mientras nos fumábamos unos cuantos cigarrillos. 

En el claustro amarillo nos encontramos con un espacio que no habíamos divisado en otras visitas fuera del edificio de Ciencia Humanas. Todo parecía una clase de paraíso con muchos tonos y estados ubicados dentro de lo dionisíaco, lo bohemio y libre en el sentido artístico de la palabra.

Mujeres desconocidas tocando cellos como hipnotizadas por las notas y bellos hombres pintando sobre sus lienzos, con sus cachetes pálidos salpicados de pintura. Un porro aquí y allá lavando papeles con letras e ilustraciones mentales. Mientras tanto, los peldaños de madera antigua jugaban con bailarines y actores que ensayaban sus libretos con mucho circo a su alrededor.Los ventanales superiores me llamaron mientras apretaba suavemente la mano izquierda de Emilio, en señal de que subiéramos. 

Una mujer de cabello castaño claro y atuendos coloridos tocando apasionadamente su violín fue la imagen que me hizo recordarle a Emilio cada momento de cada noche desvelada hablando de Foucault y del asombro y la atracción que yo sentía por los anormales. Todas aquellas, terminaban fundiéndonos en sábanas, cigarrillos y velas sabor lavanda.

Así, entramos al descubierto de la terraza trasera del claustro, con cielo despejado, flautas traversas revoloteando y una piscina color cielo de amanecer después de muchas botellas de besos con vino. Inmediatamente después y sin conciencia real de las cosas, terminé en el agua completamente desnudo junto a Emilio con una taza de café en las manos. Volvieron a mi memoria las noches desveladas leyendo autores que cito cuando peleo y con los que saqué muy buenas notas, junto con Emilio que dibujaba en vez de ponerse a redactar un ensayo, mientras nos mirábamos en el reflejo de los espejos de mi habitación con muchas velas. Todos mis retratos quedaron guardados en mi cajón, en ese nochero color verde sillón desgastado ubicado en mi habitación cubierta con un edredón de cuadros con colores precolombinos, mientras trabajo lo que puedo, aunque sin preocuparme.

Me fumé un cigarrillo en esa piscina mientras el cielo estaba nublado y se formaban globos de cielo azul que jugaban llenos de listones arco iris mientras la flauta de un joven de cejas pobladas se desvanecía. 

Fuera de la cursilería que me genera cada uno de esos momentos y pequeños detalles, debo confesar que los cuentos escritos en tinta roja, nuestra favorita, y las dedicatorias de porros y atardeceres con gestos jocosos fueron maravillosos.Así, solo espero que la vida de una vuelta  de ciento ochenta grados y me devuelva a un campus con un Emilio despeinado y no enterrado en la imposibilidad de su existencia.