Mañanitas es la primera en llegar, pero siempre llega corriendo en puntillas de tal forma que nadie la ve ni la escucha. Los pasillos son sus cómplices diarios y hasta el momento no la han delatado en lo absoluto. Mañanitas sigue siendo Mañanitas, y así la quieren todos. Siempre llega de primera y no se va a dormir sino que hace que ha madrugado a realizar sus actividades cotidianas. Luego, después de almorzar, decide dormir hasta que se despierte, vuelve a salir y regresa en puntillas por los pasillos de la casa.
A Mañanitas la conocí en una fiesta en la que yo ya estaba un poco ebrio, mientras que ella estaba un poco tímida. Ella me lanzó miradas y sonrisas pero nunca me habló. Entre canciones y cigarrillos yo veía a Mañanitas hacer lo suyo lentamente. Tras muchos tragos y un pase propiciado por Mañanitas, terminé en la cama con ella. Nunca habló, yo siempre me quejé. Yo siempre disfruté. A Mañanitas no la encontré cuando desperté, puesto que se había ido a su casa a pasar en puntillas por los pasillos y a hacer que madrugaba a realizar sus actividades cotidianas.
En todo lado aparece y arma recuerdos maravillosos, pero siempre se va cuando nadie se da cuenta. A Mañanitas la he disfrutado en varias ocasiones. En otras simplemente la veo odiosa y un poco rígida, pero así son sus días. No fuma mucho porque los cigarrillos se le acaban rápido y cuando no tiene no hay quién le venda o le regale. No la gusta andar emperifollada sino desarreglada y fresca. A Mañanitas le encantan los tennis y las botas para no hacer ruido cuando camina en puntillas por los pasillos de la casa.
Hace mucho tiempo no la veo. Me he resistido, he de confesar, a su cuerpo bello y natural. Me he resistido a despertar y no verla a mi lado. Me he resistido a gozármela sin límite. Pero a ella no le importa. Ella sigue bailando y regresando a casa a repetir el ritual de todos los días. Mañanitas tiene monotonía y dinamismo intercalados en su jornada y al parecer así lo disfruta. Tengo que tomarme unas cerveza con Mañanitas en estos días.